Se define como demencia la pérdida alguna función cerebral que se traduce en un deterioro cognitivo, afectando especialmente a la memoria, el comportamiento, la lógica del pensamiento y el lenguaje.
Las personas con demencia pueden:
- Ser incapaces de realizar tareas sencillas como vestirse, comer o lavarse.
- Perder su capacidad para resolver problemas sencillos.
- Sufrir alteraciones del comportamiento, especialmente en lo que se refiere al control de las emociones.
- Perder la orientación espacio-temporal.
- Sufrir estados de confusión.
- Sufrir alucinaciones.
No obstante, conviene señalar que la pérdida de memoria no es suficiente para que exista una demencia. Para ello deben verse alteradas y de forma ostensible al menos dos funciones cerebrales. Aún así episodios repetitivos de pérdida de memoria, especialmente de memoria inmediata, debe ser motivo de alarma y de someterse a una evaluación médica.
En realidad la demencia no es en sí misma una enfermedad, sino que se trata de una serie de síntomas originados por enfermedades que de algún modo afectan a la función cerebral.
La enfermedad de Alzheimer o los accidentes cerebrovasculares figuran entre las causas más frecuentes de la demencia, que afecta de manera preferente a las personas mayores, aunque puede producirse a cualquier edad y, en cualquier caso, no debe asociarse al proceso normal de envejecimiento. No obstante, sí es cierto que el riesgo de sufrir demencia aumenta con la edad.
En la actualidad existen tratamientos para la demencia que, aun cuando no pueden revertir el proceso, si permiten mejorar los síntomas y hacer que su desarrollo sea más lento.
No obstante, algunas demencias, dependiendo de cuál sea su causa, pueden ser reversibles.