La pseudodemencia depresiva no es en realidad una demencia, sino que se trata de una sintomatología asociada a un trastorno psiquiátrico preexistente (en el 75% de los casos una depresión) que se inicia con alteraciones del estado de ánimo y luego da paso a un estado depresivo caracterizado por la inacción y el aislamiento. Aparecen algunos síntomas cognitivos, como trastornos de la memoria (inmediata y remota), falta de atención y concentración, confusión, desorientación espacio-temporal o alteraciones del juicio. Por último, se producen alteraciones del comportamiento, pérdida de habilidades sociales e inactividad.
Cuando la pseudodemencia depresiva se produce en personas mayores de 60 años, la similitud de los síntomas conlleva el riesgo de confundirla con una demencia real y no ser correctamente diagnosticada. La ausencia de anomalías cerebrales significativas en los estudios de diagnóstico por imagen puede ofrecer un elemento diferencial importante.
Otra de las diferencias fundamentales con la demencia es que la pseudodemencia depresiva se inicia de forma aguda y tiene una progresión rápida. Además, en los test neurológicos los pacientes no sólo se quejan de sus síntomas, sino que responden con un “no sé” a muchas de las preguntas formuladas, mientras que los que tienen demencia muestran una total despreocupación por los síntomas y se esfuerzan por contestar correctamente a las preguntas.
También hay diferencias en cuanto a la pérdida de memoria, ya que en este caso afecta simultáneamente a la inmediata y la remota, cuando en las demencias la memoria inmediata es la primera en sufrir un deterioro.

La pseudodemencia depresiva es en la mayoría de los casos un problema reversible y por tanto curable, ya que los pacientes responden al tratamiento con antidepresivos. Aunque hay que señalar que algunos acaban desarrollando una demencia real, a pesar del tratamiento.