Recibir atención con la mayor rapidez posible es de vital importancia en el ictus, puesto que cuanto más tiempo transcurre desde al accidente cerebral, mayor será el número de neuronas perdidas y, por tanto, las secuelas.
Según el Observatorio del Ictus, sólo un tercio de los pacientes se recupera totalmente, otro tercio queda con secuelas y otro tercio fallece, además de que el 25 por ciento de las personas que padece un ictus muere durante los 30 días posteriores al infarto cerebral. Por ello, resulta vital recibir tratamiento de manera urgente, pero también es fundamental seguir un programa de rehabilitación para que la recuperación sea lo más completa posible.
Cómo es la rehabilitación tras sufrir un ictus
El tratamiento del ictus depende de si éste es isquémico -por taponamiento de una arteria- o hemorrágico -derrame de sangre por rotura de una arteria-. A grandes rasgos, para resolver un accidente cerebrovascular o ictus se realiza una embolización endovascular gracias a una sonda que se introduce desde la zona inguinal para llegar al área afectada y sellar el vaso sanguíneo que ha provocado la hemorragia o bien el empleo de cateterismos para destaponar las arterias obstruidas mediante la aspiración o recogida de los coágulos.
Después del tratamiento de urgencia, es el momento de la recuperación, un proceso que suele llevar su tiempo, puesto que los accidentes cerebrovasculares provocan pérdida neuronal y, con ello, dificultades para realizar muchas tareas cotidianas. El objetivo de la terapia de rehabilitación es que el paciente recupere las habilidades perdidas o aprenda nuevas vías para hacer tareas que antes realizaba casi sin pensar. La duración de la rehabilitación y los progresos dependerán de la gravedad de las lesiones.
El Instituto Nacional de Enfermedades Neurológicas e Ictus (NINDS, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos explica que la terapia de rehabilitación suele empezar en el propio centro hospitalario en el que se ha atendido al paciente dentro de las 24-48 horas posteriores a sufrir el ictus. Inicialmente, los profesionales médicos animan al afectado por un ictus a intentar moverse de forma independiente; se le pide que cambie de manera frecuente de posición en la cama y realice algunos movimientos sencillos ayudado por el terapeuta para fortalecer los miembros afectados.
Si los pacientes no están postrados en la cama, sino que pueden ponerse de pie y andar, se les incentivará para que realicen tareas más exigentes, como bañarse o ir al baño solos, así como usar sus miembros afectados por el ictus. Sin embargo, hay pacientes que necesitarán meses o años para adquirir este nivel de independencia y recuperar o refinar las aptitudes perdidas.
Las células madre, lo último para los pacientes de ictus
Hay en marcha estudios en Estados Unidos para aprender cómo responde el cerebro a la experiencia de sufrir un ictus o saber cómo se adapta a la lesión reorganizando sus funciones (plasticidad) mediante el empleo de tecnologías no invasivas para captar imágenes con el fin de mapear los patrones de actividad biológica dentro del cerebro.
También hay científicos estadounidenses que están trabajando para observar la reorganización cerebral posterior al ataque cerebral. Igualmente, tratan de determinar si técnicas específicas de rehabilitación, como la inducción del movimiento mediante restricción y estimulación magnética transcraneal, pueden estimular la plasticidad cerebral, mejorando así la función motora y disminuyendo la discapacidad, según explica el NINDS.
Sin embargo, lo más puntero que se está estudiando y en algunos casos aplicando en los pacientes que sufren un accidente cerebrovascular es el uso de células madre para recuperar funciones perdidas. Ya hay científicos que están experimentando con la implantación de células madre neurales para ver si estas células pueden ser capaces de reemplazar a las células que murieron por el ictus:
- Células madre mesenquimales: En 2016, el Centro Médico de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, presentó los resultados de un estudio en el que demostró la seguridad y la eficacia de la terapia con células madre mesenquimales (abundantes en todos los tejidos adultos con capacidad para convertirse en todo tipo de células) en el tratamiento del ictus. Según publicó la revista 'Stroke', el tratamiento consistía en suministrar una inyección intracraneal de células mesenquimales derivadas de la médula ósea de dos donantes voluntarios y tratadas para diferenciarse en neuronas cerebrales en pacientes después de entre 6 meses y tres años de haber sufrido un accidente cerebrovascular. Los investigadores observaron una gran avance en los pacientes: recuperaron de forma visible su capacidad para moverse, a pesar del tiempo transcurrido desde que sufrieron la apoplejía y de manera independiente de la edad de los pacientes. Las mejoras se prolongaron hasta más allá de los 24 meses de seguimiento.
- Células de la médula ósea: En esta línea, el Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla informó ese mismo año que ya había atendido a 29 pacientes de ictus con un tratamiento experimental que consiste en usar sus propias células de la médula ósea -que se extraen de la cadera- para acelerar la recuperación de la zona cerebral dañada por el ictus. En este proceso, el hematólogo extrae las células madre y las procesa en el laboratorio para, en un plazo de entre dos y tres horas, quedarse sólo con las que interesan para el trasplante. Entonces, se inyectan las células procesadas y preparadas en la arteria para que lleguen a la zona dañada en el cerebro con el fin de que ayuden al tejido circundante a realizar de nuevo las funciones perdidas por el infarto cerebral, puesto que son otras zonas las que asumen las tareas del lugar afectado. Los primeros resultados comienzan a notarse a las 24 horas de la infusión de las células.
- Células tratadas: Ya en 2015, el Centro de Investigación en Ciencias de la Salud (CICS, por sus siglas en portugés) de la Universidad de Beira Interior (Portugal) anunció su investigación sobre el uso de células especiales para la reparación vascular de las personas afectadas por un accidente cerebrovascular. En este caso, consiste en emplear células tratadas con nanopartículas que contienen ácido retinoico e inyectarlas para que se dirijan al cerebro, donde deben reparar los vasos sanguíneas para que la rehabilitación neuronal sea posible posteriormente. Durante su presentación, los científicos habían realizado estudios in vitro con resultados positivos, por lo que decidieron seguir con sus investigaciones y probar con animales.
Como veis, son varias las vías de investigación abiertas que, esperemos, puedan ser pronto una realidad para todas las personas que han sufrido un ictus.