El ictus es una de las principales causas de discapacidad en personas mayores. Se trata de una emergencia médica que requiere actuación inmediata y, en muchos casos, un proceso de recuperación largo que debe estar bien planificado. Afortunadamente, gracias a una rehabilitación adecuada, es posible recuperar autonomía y mejorar la calidad de vida.
A continuación, te explicamos qué es un ictus, cuáles son sus causas y síntomas, y cómo trabajar una rehabilitación efectiva, especialmente en un centro especializado en ictus.
¿Qué es un ictus?
El ictus, también conocido como accidente cerebrovascular, ocurre cuando el flujo sanguíneo al cerebro se interrumpe de forma repentina. Esta falta de riego provoca la muerte de las células cerebrales en cuestión de minutos. Por eso, la detección y el tratamiento precoz son clave para minimizar sus secuelas.
Tipos de ictus (isquémico y hemorrágico)
Existen dos tipos principales de ictus:
- Ictus isquémico: es el más común. Se produce cuando un coágulo obstruye una arteria cerebral, impidiendo que la sangre fluya normalmente.
- Ictus hemorrágico: ocurre cuando un vaso sanguíneo se rompe, provocando una hemorragia en el cerebro.
Ambos tipos requieren un abordaje distinto, pero comparten el mismo objetivo: preservar la función cerebral y evitar complicaciones mayores.
Factores de riesgo principales
El envejecimiento es uno de los factores de riesgo más destacados, pero no el único. Otros elementos que aumentan la probabilidad de sufrir un ictus son la hipertensión arterial, el colesterol alto, la diabetes, el tabaquismo, el sedentarismo y la fibrilación auricular.
En muchos casos, controlar estos factores permite reducir significativamente la incidencia de ictus en adultos mayores.
Síntomas del ictus
Reconocer los síntomas de un ictus a tiempo puede marcar la diferencia entre una recuperación exitosa o la aparición de secuelas graves. Por eso es tan significativo conocer los signos de alerta temprana.
Signos de alerta temprana
Algunos de los síntomas más frecuentes son:
- Pérdida repentina de fuerza o sensibilidad en la cara, brazo o pierna, especialmente en un solo lado del cuerpo
- Dificultad para hablar o entender lo que se dice
- Alteración súbita de la visión en uno o ambos ojos
- Pérdida de equilibrio o coordinación
- Dolor de cabeza intenso sin causa aparente
Ante cualquiera de estos signos, es esencial actuar con rapidez y acudir a urgencias. Cada minuto cuenta.
Diagnóstico rápido y su importancia
El diagnóstico se realiza mediante una evaluación neurológica urgente y pruebas de imagen como la tomografía computarizada o la resonancia magnética. Detectar el tipo de ictus permite decidir el tratamiento adecuado, ya sea con medicamentos anticoagulantes o cirugía, y planificar desde el inicio una rehabilitación tras el ictus personalizada.
Rehabilitación tras un ictus
El proceso de recuperación empieza una vez estabilizado el paciente. La rehabilitación del ictus tiene como objetivo recuperar habilidades perdidas, mejorar la funcionalidad y facilitar la reintegración del paciente en su entorno habitual. Cuanto antes se inicie, mayores son las probabilidades de éxito.
Objetivos de la rehabilitación
La recuperación no es igual para todos. Por eso, los centros de rehabilitación para ictus diseñan un plan individualizado que se adapta al estado físico, cognitivo y emocional de cada persona. Algunos objetivos comunes son:
- Recuperar control de tronco y cuerpo
- Mejorar la movilidad y el equilibrio (mejorar la fuerza muscular en miembros afectados, restablecer la coordinación y el equilibrio).
- Mejora de la función motora fina (destreza manual para actividades diarias como vestirse o comer, trabajar en la manipulación de objetos).
- Estimular el lenguaje y la memoria
- Favorecer la autoestima y la motivación
- Estimular los sentidos, especialmente la propiocepción y el tacto en partes afectadas.
- Trabajar en la percepción del cuerpo.
- Prevención de Complicaciones Secundarias (Implementar estrategias para prevenir úlceras por presión, trombosis venosa profunda (TVP), y caídas).
En los centros de rehabilitación ictus de Sanitas trabajamos desde un enfoque multidisciplinar para alcanzar estos objetivos de forma progresiva y segura.
Fisioterapia y terapia ocupacional
La fisioterapia es clave para tratar las secuelas físicas del ictus, como la hemiparesia (debilidad de un lado del cuerpo), la espasticidad o la pérdida de coordinación. Incluye ejercicios de fuerza, estiramientos y reeducación del movimiento.
La terapia ocupacional se centra en recuperar la autonomía en las actividades diarias: higiene, vestido, alimentación o desplazamientos. Se utilizan ejercicios prácticos y adaptaciones que permiten mantener la independencia personal el mayor tiempo posible.
Terapia del habla y apoyo psicológico
Muchas personas sufren afasia o dificultades para comunicarse tras un ictus. La logopedia ayuda a recuperar el habla, la comprensión y la expresión verbal o escrita. Además, se trabaja la deglución para prevenir atragantamientos.
El acompañamiento psicológico es igual de destacable. Afrontar las secuelas, los cambios en la rutina y la dependencia puede provocar ansiedad, tristeza o desmotivación. Un seguimiento emocional profesional contribuye a mejorar la adaptación y la actitud ante la rehabilitación.
Adaptaciones en el hogar y estilo de vida
Durante la recuperación es importante adaptar el entorno doméstico para garantizar seguridad y accesibilidad. Quitar alfombras, instalar pasamanos o sillas de ducha son algunas medidas prácticas. También es fundamental mantener un estilo de vida saludable que incluya dieta equilibrada, descanso, hidratación y actividades cognitivas.
En Sanitas asesoramos a las familias para crear un entorno favorable a la recuperación, tanto en nuestros centros como en el domicilio.
Consejos para prevenir un nuevo ictus
Después de haber sufrido un ictus, la prevención secundaria es vital. Adoptar buenos hábitos de salud y realizar revisiones periódicas ayuda a reducir el riesgo de recurrencia.
Control de factores de riesgo
Revisar la tensión arterial, controlar el colesterol, dejar de fumar, tratar adecuadamente la diabetes y seguir las indicaciones médicas son pasos clave para evitar un segundo episodio.
En algunos casos se recomienda medicación preventiva (anticoagulantes o antiagregantes) para evitar la formación de nuevos coágulos.
Alimentación y ejercicio
Una dieta rica en frutas, verduras, fibra y grasas saludables favorece la salud cardiovascular. Reducir el consumo de sal y alimentos ultraprocesados es especialmente importante.
El ejercicio físico suave, adaptado a las capacidades de la persona, mejora la circulación, regula el peso y refuerza el estado de ánimo. Caminar a diario, hacer ejercicios de estiramiento o participar en actividades grupales en un centro especializado en ictus son opciones muy recomendables.