Tanto si eres cuidador o familiar de alguien en riesgo, o simplemente quieres cuidar de tu salud cerebral para prevenir la enfermedad de alzhéimer, el primer paso es identificar los factores de riesgo de esta patología.
En este contenido encontrarás toda la información que necesitas: cuáles son, la diferencia entre modificables y no modificables y cómo combatirlos.
Así, descubrirás cómo influyen la edad, la genética, el sexo y otras condiciones biológicas en el desarrollo de esta enfermedad neurodegenerativa, pero también qué hábitos, enfermedades previas y prácticas cotidianas pueden aumentar o reducir las probabilidades de padecerla.
Además, te explicaremos cuáles son las primeras señales de alerta de la enfermedad para que puedas actuar cuanto antes.
Factores de riesgo no modificables del alzhéimer
Los factores de riesgo no modificables del alzhéimer son aquellos que no se pueden controlar.
Reúnen todas aquellas características biológicas y genéticas con las que naces o que desarrollas inevitablemente con el tiempo, como el género, la edad y los antecedentes familiares.
Veamos cómo influye cada una y/o el peso que pueden tener a la hora de desarrollar esta enfermedad neurodegenerativa:
Edad avanzada
La edad avanzada es el factor de riesgo más importante para el alzhéimer: una de cada nueve personas de 65 años o más padece esta enfermedad.
Esto ocurre porque, al envejecer, el cerebro atraviesa varios cambios que allanan el terreno al alzhéimer:
- Disminución progresiva de la densidad sináptica: las conexiones entre las células nerviosas se van perdiendo poco a poco, de forma que el cerebro cada vez procesa peor la información.
- Disfunción mitocondrial y estrés oxidativo: las células cerebrales producen menos energía y sufren más daño interno, como si estuvieran «desgastadas» por la acumulación de sustancias perjudiciales.
- Declinación de la plasticidad sináptica: el cerebro tiene menos capacidad para aprender cosas nuevas.
- Cambios cerebrovasculares: los vasos sanguíneos del cerebro se vuelven menos flexibles y pueden tener más dificultad para aportar el oxígeno y la energía que necesitan las neuronas.
Sin embargo, llegar a una edad avanzada no significa que vayas a desarrollar alzhéimer, pues el riesgo depende también del resto de factores que analizamos a continuación.
Predisposición genética y antecedentes familiares
Los antecedentes familiares son el segundo factor de riesgo más importante después de la edad avanzada, pero esto no quiero decir que el alzhéimer sea hereditario.
De hecho, solo un 1% de los casos se deben a genes determinantes que provocan formas hereditarias tempranas de alzhéimer que se manifiestan antes de los 60 años.
Ahora bien: existen los llamados genes de riesgo, entre los que destaca el APOE-e4: el 40-65% de las personas diagnosticadas con alzhéimer portan este gen, por lo que heredar una copia aumenta tu riesgo de desarrollar alzhéimer.
Aun así, no es una garantía directa. En la heredabilidad de la enfermedad también influyen las mutaciones en los genes APP, PSEN1, PSEN2 y APOE, pero su influencia exacta todavía está en investigación.
Sexo y otras condiciones biológicas
Las mujeres tienen aproximadamente el doble de probabilidades de desarrollar alzhéimer que los hombres.
Aunque esta prevalencia se explica por la esperanza de vida, la realidad es que hay motivos biológicos detrás.
Durante la menopausia, las mujeres sufren una reducción drástica de estrógenos, hormonas que con fuerte papel protector frente al envejecimiento cerebral.
Además, ciertas proteínas implicadas en el alzhéimer podrían acumularse antes y más rápidamente en el cerebro femenino.
Por otra parte, en el alzhéimer también parece influir el origen étnico. Así, los individuos de color tienen aproximadamente el doble de probabilidades de padecer alzhéimer, mientras que los hispanos, una vez y media más.
Factores de riesgo modificables del alzhéimer
Hay otro tipo de factores de riesgo, los modificables, que sí pueden prevenirse. Se trata de aquellos que tienen que ver con los hábitos de vida, y que dependen de las decisiones que tomas al respecto en tu día a día para cuidarte. Veámoslos.
Hábitos de vida y alimentación
Los hábitos nocivos influyen directamente en los procesos que dañan las neuronas y favorecen la acumulación de proteínas tóxicas asociadas al alzhéimer. Por ejemplo:
- El tabaquismo: altera el flujo sanguíneo cerebral y aumenta el estrés oxidativo, causa directa de la inflamación cerebral y de la acumulación de depósitos de beta-amiloide, una proteína relacionada con el desarrollo del alzhéimer.
- La ingesta de alcohol: afecta la comunicación entre neuronas y puede provocar atrofia de regiones cerebrales vitales para la memoria y el aprendizaje, como el hipocampo.
- La toma de drogas: afecta la plasticidad cerebral y reduce la producción de neurotransmisores, acelerando la pérdida de funciones cognitivas.
En cuanto a la alimentación, son numerosos los estudios que confirman que la dieta mediterránea protege contra el alzhéimer.
Esto se debe al alto consumo de frutas, verduras y pescado, que son alimentos ricos en antioxidantes, ácidos grasos omega-3 y compuestos antiinflamatorios que ayudan a mantener la integridad de las neuronas.
En cambio, en esta dieta se consume de forma moderada o baja carne y lácteos, altos en grasas saturadas que pueden favorecer la rigidez arterial y otros procesos vinculados al deterioro cerebral.
Según las conclusiones de un estudio del Centro Médico de la Universidad de Columbia, una mayor adherencia a la dieta mediterránea se asocia con un 40% menos riesgo de desarrollar alzhéimer.
Actividad física y mental
La inactividad física se esconde detrás de hasta un 13% de los casos de alzhéimer a nivel mundial, y sus consecuencias no solo son nefastas para el cuerpo, también para el cerebro:
- Reducción del flujo sanguíneo cerebral y, por ende, de los nutrientes que llegan a las neuronas.
- Disminución de la producción de neurotrofinas, esenciales para la supervivencia y reparación de las células nerviosas.
- Alteración del metabolismo cerebral y resistencia a la insulina, que dificultan el uso adecuado de la glucosa, la energía celular.
En cambio, aumentar la actividad física puede reducir el riesgo el alzhéimer en un 45%, tal y como demostró un estudio con más de 160.000 participantes.
En concreto, la Organización Mundial de la Salud recomienda 150 a 300 minutos de actividad moderada por semana, que en adultos mayores se traduce en caminar a paso ligero, ejercicios de equilibrio, fuerza muscular y actividades que mejoren la coordinación.
Estimular al cerebro mediante actividades mentales también nos asegura crear lo que los expertos llaman «reserva cognitiva», que permite que el cerebro pueda adaptarse y resistir los efectos de las lesiones o pérdidas neuronales relacionadas con el alzhéimer.
Como curiosidad, un estudio relacionó un nivel de estudios académicos más elevado con un menor riesgo de demencia.
Control de enfermedades cardiovasculares y metabólicas
Las enfermedades cardiovasculares y metabólicas alteran la circulación y la regulación de sustancias clave para el equilibrio metabólico, que a su vez es esencial para la salud del cerebro. Las que más influyen en el desarrollo de demencia por alzhéimer son:
- Hipertensión: la presión arterial alta provoca daño en los vasos sanguíneos que irrigan el cerebro, dificultando el flujo de oxígeno y nutrientes esenciales.
- Diabetes: está asociada a un aumento en la acumulación de proteínas tóxicas y a una mayor vulnerabilidad de las células nerviosas frente a agresiones metabólicas.
- Obesidad: el sobrepeso, especialmente en la mediana edad, se relaciona con la disfunción vascular. En ella existe un peor control metabólico debido a la resistencia a la insulina y esto produce inflamación sistémica, que agravan los procesos neurodegenerativos que conducen al deterioro cognitivo.
Afortunadamente, es posible tomar medidas para controlar estas enfermedades y mantener unos hábitos saludables, tal y como vamos a ver ahora.
Estrategias para reducir los factores de riesgo del alzhéimer
Dado que muchos factores de riesgo del alzhéimer están relacionados con los hábitos de vida, las estrategias más efectivas para prevenir el alzhéimer tienen que ver con la alimentación, el ejercicio y la estimulación cognitiva y social:
Dieta equilibrada y rica en antioxidantes
Como ya hemos explicado antes, la dieta mediterránea es la que mejor previene el alzhéimer.
Esta alimentación, rica en polifenoles y compuestos antioxidantes, contrarresta los procesos oxidativos en el cerebro que conducen a la neurodegeneración.
Para empezar, incluye en tu dieta los siguientes alimentos, reconocidos por sus beneficios para la salud cerebral:
- Frutas del bosque (arándanos, frambuesas, moras): ricas en antioxidantes que protegen las neuronas y mejoran la comunicación entre ellas.
- Nueces y almendras: contienen grasas saludables y vitamina E, que ayudan a reducir la inflamación y el estrés oxidativo en el cerebro.
- Aceite de oliva virgen extra: aporta ácidos grasos monoinsaturados y polifenoles que favorecen la plasticidad cerebral y la circulación sanguínea.
- Pescados grasos (salmón, caballa, sardinas): fuente de ácidos grasos omega-3, esenciales para mantener la estructura y función neuronal.
- Verduras de hoja verde (espinacas, col rizada): ricas en vitaminas y minerales que apoyan la producción de neurotransmisores y protegen contra el daño celular.
- Legumbres (lentejas, garbanzos): aportan proteínas y compuestos antioxidantes que contribuyen a la reparación y mantenimiento de las células cerebrales.
- Tomates: contienen licopeno, un antioxidante que protege el cerebro de la oxidación y puede mejorar la función cognitiva.
- Té verde: fuente de catequinas que tienen efectos antiinflamatorios y antioxidantes en el cerebro.
- Cítricos (naranjas, limones, pomelos): ricos en vitamina C, que contribuye a la protección contra el estrés oxidativo y apoya la salud vascular cerebral.
Adoptar esta alimentación variada, combinada con buenas prácticas cotidianas, contribuye a preservar la memoria y mantener la mente activa a largo plazo.
Ejercicio físico regular
Implementa un programa de ejercicio que combine actividad aeróbica, entrenamiento de fuerza, equilibrio y coordinación, pues cada uno de ellos previene el alzhéimer de una forma distinta:
- El ejercicio aeróbico de intensidad moderada previene la reducción del volumen del hipocampo, la disminución de la memoria espacial y la reducción del aprendizaje.
- El entrenamiento de fuerza contribuye a mantener la masa muscular, y mejora el metabolismo, que favorece la supervivencia y plasticidad de las neuronas.
- El trabajo del equilibrio y de la coordinación fortalece las conexiones neuronales en el cerebelo y otras áreas motoras, reduciendo el riesgo de caídas y manteniendo la funcionalidad motriz y cognitiva.
Estos serían dos buenos ejemplos de rutinas preventivas adaptadas a diferentes grupos de edad:
Adultos de 50 a 65 años:
- Ejercicio aeróbico: caminata rápida o natación durante 30-40 minutos, tres días por semana.
- Entrenamiento de fuerza: uso de pesas ligeras o bandas elásticas durante 30 minutos, dos días por semana.
- Equilibrio y coordinación: práctica de yoga o tai chi durante 20-30 minutos, dos días por semana.
Adultos mayores de 65 años:
- Ejercicio aeróbico: caminata suave o ejercicios acuáticos durante 20-30 minutos, tres días por semana.
- Entrenamiento de fuerza: ejercicios con el propio peso corporal durante 20 minutos, dos días por semana (por ejemplo, sentarse y levantarse de una silla).
- Equilibrio y coordinación: tai chi, ejercicios de balance y estiramientos suaves durante 15-20 minutos, tres días por semana.
Estimulación cognitiva y social
Ya hemos visto lo importante que es mantenerse cognitivamente activo a lo largo de toda tu vida.
La estimulación cognitiva puede llevarse a cabo con gestos y actividades sencillos, como leer, debatiendo acerca de noticias actuales o eventos pasados, haciendo rompecabezas, tocando algún instrumento o jugando a juegos de mesa (como ajedrez o cartas).
No olvides que las reuniones sociales también estimulan la mente. Además de mantener vivas tus conexiones familiares, puedes participar en grupos comunitarios o voluntariado.
Importancia de la detección precoz y seguimiento médico
La detección temprana del alzhéimer significa disponer de más opciones terapéuticas y tiempo para planificar el cuidado futuro junto con tu familia.
Para ello, es importantísimo tener claras las primeras señales de alerta y el paso a paso del diagnóstico una vez detectadas:
Señales de alerta tempranas
Cuando la enfermedad empieza a manifestarse o, incluso, hablamos de un alzhéimer a temprana edad, los primeros avisos son los problemas de memoria, de lenguaje y de orientación espaciotemporal.
De ellos, la afectación en la memoria es el primer síntoma, pero hasta en un 53% de los pacientes los síntomas iniciales son atípicos y en su lugar aparecer antes alteraciones del lenguaje, visuales o conductuales.
En todo caso, estos son los signos a los que conviene atender:
- Olvidar información recién aprendida: por ejemplo, necesitar preguntar repetidamente la misma información a tus compañeros de trabajo.
- Dificultad para recordar acontecimientos recientes: te resulta cada vez más difícil describir qué hiciste el día anterior.
- Necesidad de recordatorios externos: cada vez dependes más de notas, alarmas del móvil o la ayuda de familiares para recordar citas.
- Repetición de preguntas o comentarios: es posible que repitas la misma anécdota o información sin darte cuenta.
- Dificultades para encontrar la palabra exacta: y detenerte abruptamente en las conversaciones porque no sabes cómo continuar.
- Confusión en trayectos familiares: sentirte perdido/a en caminos que has realizado cientos de veces.
- Pérdida del contexto espacial: olvidar cómo llegaste a un lugar o no saber dónde te encuentras, incluso si el sitio es conocido.
- Problemas de orientación temporal: no estar seguro/a de qué día de la semana es, o perder la noción de las estaciones del año.
- Dificultad para juzgar distancias: puedes tener problemas para calcular correctamente las distancias al caminar o conducir.
Como orientación, es recomendable buscar ayuda si experimentas varios síntomas de manera simultánea durante más de seis meses.
También, en cuanto cuando notes que comienzan a interferir con tu trabajo, tus relaciones familiares o tus actividades diarias habituales.
Pruebas diagnósticas y valoración neurológica
El diagnóstico habitual del alzhéimer incluye varios pasos y pruebas, entre los que se encuentra la valoración neurológica e imágenes cerebrales para descartar otras patologías:
- Entrevista clínica y antecedentes personales: el especialista recopila información detallada sobre la historia clínica, evolución y antecedentes familiares para detectar posibles formas hereditarias.
- Evaluación cognitiva: se miden las capacidades cognitivas mediante tests que ofrecen un panorama sobre la memoria, orientación, lenguaje y funciones ejecutivas. Entre los más utilizados se encuentra el Test Mini-Mental o MMSE, junto con la escala MoCA, CAMCOG, el test del reloj y el test de fluidez verbal,
- Exámenes físicos y neurológicos: se realizan pruebas para descartar otras causas que puedan simular un cuadro similar, como infecciones o alteraciones autoinmunes.
- Imágenes cerebrales: la resonancia magnética (RM) o la tomografía por emisión de positrones (PET) permiten observar el estado cerebral, detectar atrofias características del alzhéimer y descartar otras enfermedades neurológicas.
- Análisis de laboratorio: se llevan a cabo análisis sanguíneos y, si es necesario, punción lumbar para analizar el líquido cefalorraquídeo. Ayudan a descartar patologías tratables y a buscar biomarcadores asociados con la enfermedad.
- Como parte de este proceso también se evalúa cómo la enfermedad afecta la autonomía y las actividades diarias, identificando el nivel de soporte necesario para el cuidado y planificación de recursos.
Esto último es imprescindible para que los cuidadores también puedan prestar atención a su propia salud y pedir ayuda cuando así lo requieran.
Por eso, recomendamos participar en grupos de apoyo para cuidadores, donde estos comparten experiencias y aprenden estrategias efectivas.
Si quieres seguir aprendiendo sobre demencias y cómo cuidar mejor, te animamos a consultar el resto de contenidos de Sanitas.