Si a tu ser querido le han diagnosticado una pérdida de sus capacidades cognitivas, es natural que te preguntes si la atrofia cerebral es lo mismo que el alzhéimer.
Aunque ambas condiciones están relacionadas, no son exactamente lo mismo.
Por ello, en este artículo te explicamos sus diferencias y detallamos sus síntomas característicos, cuándo pueden aparecer y qué opciones de tratamiento existen.
Esta información te será útil para comprender mejor lo que está viviendo tu familiar y saber qué esperar en el futuro.
¿Qué es la atrofia cerebral?
La atrofia cerebral es el proceso de pérdida progresiva de neuronas y sus conexiones que tiene lugar durante el envejecimiento.
Por lo tanto, se considera un fenómeno normal, siempre y cuando la disminución de todo ese tejido cerebral no se acelere o afecte de manera acusada a algunas áreas específicas.
Si eso sucede, pueden aparecer síntomas neurológicos que afecten a la salud y a la calidad de vida de la persona.
En ocasiones, formarán parte de otras patologías, como el alzhéimer o la esclerosis múltiple.
Cuáles son los diferentes tipos de atrofia cerebral
La atrofia cerebral se suele clasificar en dos tipos según su extensión:
- Atrofia cerebral focal: se localiza en áreas específicas del cerebro y los síntomas están relacionados con las funciones que dependen de esa zona cerebral concreta. Este tipo suele producirse por accidentes cerebrovasculares, traumatismos o infecciones localizadas.
- Atrofia cerebral generalizada: afecta de manera global al cerebro, pudiendo ocasionar déficits que afecten a múltiples funciones cognitivas. Esta forma es más común en enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer.
Además, existe una clasificación adicional basada en las estructuras afectadas. Por una parte, la atrofia cortical, que se desarrolla en la capa externa del cerebro (corteza) relacionada con el pensamiento y la memoria.
Por otra, la atrofia subcortical, que tiene que ver con estructuras cerebrales más profundas ligadas al movimiento y a las emociones.
En función del alcance de la atrofia y de su localización, estaríamos hablando de un nivel mayor o menor de pérdida de autonomía de la persona, de manera similar a lo que sucede con el alzhéimer.
¿Qué es el alzhéimer y cómo se relaciona con la atrofia cerebral?
El alzhéimer es una enfermedad neurodegenerativa que afecta la memoria, el pensamiento y el comportamiento.
Es considerada la forma más común de demencia, representando aproximadamente entre el 60% y 70% de todos los casos a nivel mundial.
La patología se caracteriza por cambios específicos en el cerebro: la acumulación de placas beta-amiloides y ovillos neurofibrilares de proteína tau.
Estos depósitos anormales provocan la muerte neuronal progresiva y, en consecuencia, la atrofia de diferentes zonas del cerebro.
El alzhéimer como causa de atrofia cerebral
En efecto, podemos considerar el alzhéimer una de las causas de la atrofia cerebral, pues esta formaría parte de su proceso degenerativo.
Durante el avance de la enfermedad, este afecta gradualmente a cada vez más células cerebrales, que se deterioran y mueren progresivamente. Esto resulta en la atrofia o pérdida de volumen cerebral.
Sin embargo, hay que tener claro que no toda atrofia cerebral está causada por alzhéimer, sino que puede deberse a múltiples causas, que luego veremos.
Principales diferencias entre atrofia cerebral y alzhéimer
Aunque el alzhéimer puede provocar atrofia cerebral, son conceptos diferentes que no deben confundirse.
La atrofia cerebral es un hallazgo radiológico que describe la pérdida de volumen cerebral, mientras que el alzhéimer es una enfermedad específica con criterios diagnósticos definidos.
Además, la localización del daño es distinta, así como las causas, el diagnóstico y la evaluación.
Localización del daño en el cerebro
En el alzhéimer, la atrofia sigue un patrón característico: comienza en el hipocampo y se extiende a la corteza temporal, para después afectar otras áreas cerebrales.
En la atrofia cerebral, la localización del daño depende de la causa subyacente. Por ejemplo, si está originada por un accidente cerebrovascular, la atrofia se localizará en el área del cerebro que se vio privada de oxígeno.
Si se debe a un traumatismo craneal, afectará principalmente la zona de impacto y las áreas circundantes. En ambos estaríamos ante una atrofia de tipo focal (limitada a una zona específica).
Cuando hay una enfermedad neurodegenerativa de base, la atrofia puede iniciarse en los ganglios basales y expandirse gradualmente, dando lugar a la atrofia generalizada.
Por tanto, en la atrofia la distribución del daño no sigue necesariamente el patrón típico del alzhéimer, que presenta una secuencia predecible de afectación cerebral (hipocampo → corteza temporal → otras áreas corticales).
Causas, diagnóstico y evolución
Como ya hemos adelantado, la atrofia cerebral puede ser consecuencia de la enfermedad de alzhéimer. Pero en muchos otros casos, formará parte del proceso de envejecimiento habitual del cerebro.
De hecho, los estudios confirman que este deterioro tiene lugar de manera progresiva a lo largo de toda la vida adulta. En concreto, de media perdemos un 15% de materia gris desde los 20 hasta los 70 años.
Entre sus otras causas están:
- Enfermedades neurodegenerativas (alzhéimer, párkinson, esclerosis múltiple).
- Accidentes cerebrovasculares.
- Deficiencias vitamínicas o traumatismos.
- Infecciones.
Su evolución depende completamente del motivo subyacente, y el diagnóstico se establece mediante resonancia magnética, que permite medir y comparar el volumen cerebral a lo largo del tiempo.
El alzhéimer, en cambio, presenta un cuadro de alteraciones cognitivas y conductuales entre las que no solo está la atrofia.
Su aparición es progresiva y acorde a etapas de desarrollo concretas (fases leve, moderada y severa), con una duración media de 8 a 10 años desde el diagnóstico.
El diagnóstico se realiza mediante exámenes neurológicos y pruebas neuropsicológicas específicas, y su causa está en el proceso patológico específico que mencionábamos al inicio (acumulación anormal de proteínas beta-amiloides y la hiperfosforilación de la proteína tau).
Aun así, la mejor forma de distinguir la atrofia del alzhéimer es atender a sus síntomas, que pasamos a analizar.
Síntomas de la atrofia cerebral
Los síntomas de la atrofia cerebral varían según la región cerebral afectada y la extensión del daño. En general, estos son los más comunes:
Pérdida de memoria y dificultad para concentrarse
La pérdida de memoria es uno de los síntomas más frecuentes y preocupantes. Está relacionado con la afectación del hipocampo, que cuando se atrofia interrumpe el proceso normal de consolidación de nuevos recuerdos.
¿Cómo detectarlo? Es posible que empieces a observar determinadas situaciones en el día a día de tu familiar:
- Puede empezar a olvidar citas.
- No recordar quién le visitó el día anterior o qué comió.
- Repetir las mismas preguntas varias veces en poco tiempo.
- Olvidar dónde ha puesto objetos de uso cotidiano como las llaves o las gafas.
- Perderse en lugares conocidos o no recordar cómo llegó a un sitio determinado.
La mayoría pueden pasar por despistes, pero la realidad es que enmascaran una pérdida de memoria a corto plazo.
Si tu pariente empieza a sufrir atrofia cerebral, este suele ser el primer síntoma que notarás, junto a las dificultades de concentración (problemas para mantener la atención en tareas específicas o seguir conversaciones).
Cambios en la personalidad o el comportamiento
Los cambios de personalidad y de comportamiento son otro de los síntomas que pueden aparecer.
Puedes empezar a notar que tu ser querido está más irritable, apático e incluso agresivo, con alteraciones del humor que a veces son repentinas y sin motivo.
Estas se producen debido al deterioro en la corteza frontal y las estructuras límbicas. La primera es responsable del control ejecutivo y la regulación emocional, por lo que cuando se atrofia, se pierde la capacidad de autocontrol.
Paralelamente, la afectación del sistema límbico interrumpe los circuitos neuronales que regulan el estado de ánimo, la empatía y la capacidad de interpretar correctamente las situaciones sociales.
Si no se inicia un tratamiento adecuado, este síntoma puede agravarse y provocar que la persona no sea capaz de controlar impulsos, emociones y expresiones en contextos sociales, lo que se conoce como pérdida de inhibición social.
Problemas motores o de coordinación
Los trastornos del movimiento son otro de los síntomas más evidentes cuando existe atrofia en el cerebro.
Se expresan como limitaciones del aparato motor y de la coordinación: problemas para caminar, pérdida del equilibrio, rigidez muscular, temblores y deterioro físico en general.
Las habilidades motoras finas, las que nos ayudan a realizar gestos cotidianos como escribir, abrocharnos botones o usar cubiertos, también se ven afectadas.
A la vez, aparecen dificultades para alcanzar objetos o calcular distancias, debidas al deterioro de la coordinación perceptivo-motora.
Estos problemas motores se originan por una disfunción en los circuitos neuronales que controlan el movimiento, principalmente los ganglios basales, el cerebelo y la corteza motora.
¿A qué edad comienza la atrofia cerebral?
Como ya hemos señalado, la atrofia cerebral comienza como parte del envejecimiento normal desde edades tempranas.
Ahora bien, cuando es patológica, puede comenzar a manifestarse clínicamente en diferentes momentos según la causa:
- En el caso del alzhéimer, la manifestación clínica suele aparecer después de los 65 años. No obstante, existe una forma de aparición temprana que puede comenzar antes de los 60 años.
- Como patología aislada, sin estar relacionada con el alzhéimer, puede manifestarse a cualquier edad según el evento desencadenante. Es el caso de la originada por traumatismos, infecciones o accidentes cerebrovasculares. Algunos tipos, como la frontotemporal, pueden comenzar entre los 40 y 65 años.
Factores que influyen en su aparición
Como en toda enfermedad, existen algunos factores que pueden acelerar o retrasar la aparición de atrofia cerebral:
- Factores de riesgo cardiovascular: la hipertensión arterial, el colesterol alto, la diabetes y el tabaquismo incrementan el riesgo de sufrir atrofia cerebral.
- Deficiencias nutricionales: el déficit de vitamina B12 está relacionado con la ausencia de protección neurológica y, por ende, con la atrofia del cerebro.
- Estilo de vida: el sedentarismo, el aislamiento social, el estrés crónico y la falta de estimulación mental pueden acelerar el proceso de atrofia. Por el contrario, mantener un estilo de vida activo puede ralentizar estos cambios.
Cabe decir que los factores genéticos también influyen: según un estudio de la Universidad de Duke (EEUU), las variaciones en el gen de la apolipoproteína E (APOE), especialmente la presencia del alelo épsilon 4, se asocian con tasas aceleradas de atrofia cerebral y mayor riesgo de desarrollar alzhéimer.
¿Tienen tratamiento la atrofia cerebral y el alzhéimer?
Aunque no existe una cura definitiva para la atrofia cerebral o el alzhéimer, algunos tratamientos pueden ralentizar su progresión, además de adoptar ciertos hábitos de vida. Veamos ambas estrategias:
Fármacos y terapias para ralentizar el avance
Para el alzhéimer, los medicamentos más utilizados son los inhibidores de la colinesterasa, como el donepezilo, que contribuye a mejorar los síntomas y ralentizar el deterioro progresivo.
Además, al abordaje médico se le añaden algunas terapias no farmacológicas (terapia ocupacional, fisioterapia, logopedia y estimulación cognitiva) que tienen como objetivo reaprender habilidades perdidas o en peligro debido a la lesión cerebral.
En los últimos años, se han añadido también la estimulación magnética transcraneal y otras técnicas de neuro-modulación para mejorar la recuperación de funciones específicas como la movilidad y el habla.
Para la atrofia cerebral en general, muchas de las opciones de tratamiento farmacológico y terapéutico coinciden con las utilizadas en el alzhéimer, aunque varían según su causa.
Por ejemplo, en casos de atrofia relacionada con esclerosis múltiple, se han desarrollado fármacos específicos como el ibudilast, que reduce la progresión de la pérdida de volumen cerebral en un 48%.
Las terapias no farmacológicas también se utilizan, independientemente de la causa de la atrofia.
Importancia de los hábitos saludables y estimulación cognitiva
Según la Sociedad Española de Neurología, los hábitos de vida saludables podrían reducir hasta un 40% los casos de alzhéimer.
Como parte de la enfermedad, la atrofia cerebral también se ve beneficiada de un estilo de vida adecuado que incluya:
- Ejercicio físico regular: aumenta el flujo de sangre y oxígeno al cerebro, lo que ayuda a mantenerlo en buena forma. Basta con caminar, al menos, 10.000 pasos por día.
- Dieta mediterránea: contrarresta la atrofia cerebral al ser rica en antioxidantes, omega-3 y vitaminas B y E, que pueden rejuvenecer el cerebro hasta 5 años, según una investigación de la Universidad de Columbia (EEUU).
- Estimulación cognitiva diaria: leer, hacer sudokus, aprender nuevos idiomas o tocar instrumentos, desafían al cerebro y ayudan a mantenerlo activo. Es recomendable realizar sesiones cortas de unos 30 minutos diarios.
Además, llevar una buena higiene del sueño también es importante: dormir bien ayuda al cerebro a procesar y consolidar la información adquirida durante el día.
Y, por supuesto, es indispensable tener conexiones sociales activas. Estimulan el cerebro, proporcionan apoyo emocional y ayudan a mantener un sentido de identidad y propósito.
A ti, como cuidador, también te benefician para sentirme acompañado y comprendido.
Es por ello que desde Sanitas te recomendamos participar en grupos de apoyo para cuidadores, pues te ayuda a aprender estrategias de otros en tu misma situación.
Consulta nuestros otros consejos para afrontar el cuidado de una persona con alzhéimer, y aprende a cuidar bien. Nosotros también te acompañamos.