El dolor crónico es un problema que condiciona de forma determinante la calidad de vida de la persona que lo sufre, pudiendo interferir en el desempeño de su trabajo y la realización de las actividades más cotidianas, lo que puede llevar, no solo a la incapacidad laboral, sino a sufrir una depresión con alteraciones del comportamiento y el humor, dormir mal y en general un mayor sufrimiento, tanto para la persona que sufre el dolor como para su familia.
Sin embargo, el dolor tiene una condición de subjetividad cuyo entendimiento puede abrir una vía para poder aliviarlo y mejorar la calidad de vida. No todos los dolores son iguales e incluso el dolor que uno sufre puede variar de un día a otro. El cansancio y los cambios emocionales, por ejemplo, pueden contribuir a intensificar el dolor. Lo mismo ocurre si el paciente se concentra en el propio dolor, está deprimido o se encuentra en un estado de ansiedad.
Por ello es muy importante que el paciente aprenda, en primer lugar, a conocer el propio dolor, es decir, cómo varía en función de la actividad que se realiza (movimientos o acciones concretas), cómo le afectan los diferentes estados de ánimo, etc. Ello le ayudará a adaptar, su actividad, pensamientos y emociones de modo que se transformen en una actitud positiva que le permita controlarlo o aliviarlo, pues ayudará al organismo a modular la liberación de endorfinas, unas hormonas que combaten el dolor.

Hay que ser consciente, por tanto, de que la propia mente desempeña un papel importante en la forma en que se percibe el dolor y la respuesta ante el mismo. Se trata de hacer bueno el dicho de que “soy yo el que tiene el dolor y no el dolor a mí”.
Hay que evitar que el dolor se constituya en el centro de la vida del paciente , de tal modo que éste se preocupe más por su bienestar: disfrutar de actividades con familiares o amigos, hacer prevalecer el sentido del humor, hacer ejercicio regularmente (siempre que éste no aumente el dolor), seguir una dieta saludable, dormir y descansar lo suficiente, aprender técnicas de relajación, evitar aquellas actividades, movimientos o actitudes que intensifican el dolor, etc.
Pero si mantener una actitud positiva ante el dolor es importante para aprender a controlarlo, no lo es menos establecer un plan de tratamiento que vaya más allá de la toma de medicamentos: masajes, fisioterapia, terapia de electroestimulación, aplicación de frío y calor, masajes, relajación, psicoterapia, etc. Su estricto cumplimiento también ayudará al paciente a mantener esa actitud positiva tanto ante el propio dolor crónico como ante la enfermedad que lo causa.