Bajo la denominación de glaucoma congénito se encuentran distintos tipos de glaucoma que afectan a niños, y que afectan de diferente forma a la capacidad de visión que estos pueden llegar a alcanzar. Afortunadamente, no es una patología ocular frecuente.
No obstante el tipo de glaucoma congénito más frecuente es el glaucoma congénito primario, que se caracteriza por el hecho de que no se han desarrollado correctamente las zonas del ojo a través de las cuales se drena el líquido que permite su correcto funcionamiento. Esta alteración fisiológica del ojo se da generalmente en ambos ojos y puede inducir un aumento de la presión intraocular y generar un crecimiento exagerado del ojo o la pérdida de la transparencia de la córnea.
Glaucoma congénito primario
Los padres suelen ser los primeros en advertir que su hijo tiene problemas en los ojos ante la aparición de los primeros síntomas:
- Lagrimeo.
- Fotofobia (el niño cierra los ojos ante la luz intensa).
- Opacidad de la córnea.
Aunque estos síntomas pueden asociarse a otras enfermedades, deben ser motivo suficiente para que el niño sea explorado por un oftalmólogo, que ante la sospecha de que pueda tratarse de un glaucoma congénito deberá realizar una exploración en profundidad que se llevará a cabo bajo anestesia y en quirófano.
La cirugía es el único tratamiento posible del glaucoma congénito primario, dado que los efectos secundarios de los medicamentos disponibles hacen que no puedan ser utilizados en niños salvo causa mayor, como es el caso de demorar una nueva intervención quirúrgica en niños que ya han pasado varias veces por el quirófano.

En efecto, el tratamiento de esta patología ocular puede requerir la realización de sucesivas intervenciones quirúrgicas. Las primeras, hasta un máximo de tres, suelen realizarse con una técnica denominada goniotomía, siempre y cuando la córnea conserve una transparencia suficiente para que el cirujano pueda ver el interior del ojo. En caso contrario o cuando las anteriores intervenciones han fracasado, se recurre a una trabeculectomía (de dos a tres intervenciones).
En ambos casos el objetivo es reducir la presión intraocular, pero si el tratamiento no resulta efectivo deberá procederse a la colocación de un implante valvular, un dispositivo que se coloca debajo del párpado y en el exterior del ojo que permite el drenaje del líquido hacia el exterior y, por tanto, reduce la presión intraocular. En la actualidad la eficacia del implante valvular se sitúa en torno al 90% de los casos.
El fracaso o la ausencia del tratamiento llevará a la ceguera, el ojo aumentará de tamaño y se adelgazará la esclera (parte exterior del ojo de color blanco) hasta hacerse transparente, de modo que el ojo adquirirá una apariencia violácea al poder verse la capa vascular que hay bajo la misma. En general, el pronóstico es peor cuanto más precoz sea la aparición de la enfermedad, si bien aproximadamente el 80% de los niños con glaucoma congénito primario llegan a adultos con una buena visión en al menos uno de los ojos.
Glaucoma congénito secundario
Hay otros tipos de glaucomas congénitos. Unos se asocian a malformaciones oculares o que de otros órganos del cuerpo. También los hay que son consecuencia de traumatismos, cataratas congénitas, infecciones durante el embarazo o la primera infancia, etc. (glaucoma congénito secundario). En estos casos el tratamiento dependerá de cuál sea la causa.