Una confusión aguda o delirium es una situación puntual que puede originarse en nuestros mayores posteriormente a una caída, una bajada de potasio o una simple infección de orina. Todas ellas son causas que desestabilizan la salud de los mayores y afectan a su cerebro. Además de la desorientación, el delirium puede desencadenar alucinaciones y alteraciones del sueño, junto a comportamientos bruscos o agresivos en ocasiones.
La fiebre o el dolor son otros factores que pueden provocar la desorientación de los mayores, porque estos padecimientos afectan a las áreas cerebrales encargadas de situarnos en el espacio y en el tiempo.
En resumen, los rasgos esenciales del delirium consisten en una alteración de la conciencia que se manifiesta por disminución de la capacidad de atención, que se desarrolla en breve periodo de tiempo (horas o días) y tiene un curso fluctuante. Además existe una afectación global de las funciones cognitivas, intranquilidad y una inversión del ritmo sueño - vigilia.
Son factores de riesgo: mayores de 60 años, hospitalización, comorbilidad orgánica, daño cerebral previo (demencia, accidente cardiovascular, tumor) e historia previa de delirium.
Las personas jóvenes también pueden sufrir algún episodio de delirium a causa de alguna dolencia, sin embargo no es un episodio tan frecuente porque disponen de una salud más fuerte.
Cómo abordar el problema
Muchos familiares y amigos, cuando se enfrentan a uno de estos episodios en sus mayores, creen erróneamente que han perdido la cabeza o que jamás se recuperarán de su estado.
Sin embargo, en función de cómo abordemos el problema, no necesariamente debemos llegar a un diagnóstico tan negativo. En algunos casos se está frente al inicio de alguna demencia: la demencia y el delirium son los dos trastornos mentales más frecuentes en la población anciana. Hasta un 50% de las demencias tienen un delirium asociado.
No obstante, en otros casos se puede conseguir una recuperación total del paciente.
Frente a uno de estos episodios, pues, lo más conveniente es acudir con urgencia al médico. El equipo médico deberá llevar a cabo, entonces, un seguimiento al paciente, así como evitar el riesgo de deshidratación, que puede alterar todos los electrolitos del organismo.
El neurólogo Ángel Berbel, coordinador de la Unidad de Neurogeriatría del madrileño Hospital de la Cruz Roja y coordinador del Grupo de Neurogeriatría de Sociedad Española de Neurología, también ha señalado algunas de las importantes acciones que deben tomarse en el ambiente familiar del paciente, cuando se ha dado el alta hospitalaria:
El papel de la familia es fundamental: tienen que crear un ambiente adecuado que proporcione tranquilidad al enfermo, estimularle suavemente, conviene explicarle, darle conversación y orientarle. El ambiente debe ser relajante pero no con un silencio sepulcral ni una oscuridad total que les desborde la imaginación y les propicie las alucinaciones.
Los ansiolíticos y somníferos son en ocasiones contraproducentes, ya que les pueden agravar la confusión. La persona mayor también debería conocer el día en el que vive, controlando el calendario, teniendo siempre un reloj a la vista.
Un ambiente tranquilo con escasos estímulos luminosos y sonoros es lo ideal. En lo posible, no interrumpir el sueño nocturno con medicamentos o tomas de signos vitales. Masajes, música y algunas técnicas de relajación pueden favorecer el estado del paciente.
También es recomendable que salga a la calle y que se relacione con otras personas.
Finalmente, hay que dirigirse a la persona mayor con palabras sencillas y frases cortas y claras, evitando saturarla con demasiada información cada vez. Entre esa información clara que le suministraremos, es importante tranquilizarlo sobre el propio caso de delirium y subrayar que se trata de un evento reversible y no consecuencia de una enfermedad mental.
Para no agravar la angustia y confusión de la persona mayor, no es conveniente que cambie de casa o de estancia con frecuencia, o que sea atendido cada semana por un familiar distinto: en este estado es importante mantener pautas de familiaridad. En caso de no poderse adecuar estas condiciones básicas, una buena opción pueden ser las residencias o los centros de día.