Como sucede con el resto del organismo, el envejecimiento afecta también a los riñones, aunque ello no significa necesariamente que por esta razón se vea comprometida la función renal, aun cuando la sangre sea filtrada con más lentitud, sin que ello suponga un impedimento para realizar su función de eliminar los desechos y el exceso de líquido del organismo, manteniendo el equilibrio químico del mismo.
Básicamente, el envejecimiento induce una reducción del peso del riñón, proceso que se inicia a partir de aproximadamente los 50 años de edad y que afecta a su estructura:
- Se reduce la cantidad total de tejido renal.
- Disminuye el número de nefronas, encargadas de filtrar la sangre.
- Se endurecen los vasos sanguíneos que los riegan.
Como ya se ha señalado, el envejecimiento de los riñones reduce de un modo poco significativo la función renal. Sin embargo, esta pérdida de funcionalidad puede acelerarse por distintos factores, como son la existencia de enfermedades como la hipertensión arterial, la hipercolesterolemia, la diabetes o la anemia, por una alimentación inadecuada a lo largo de la vida, la ingesta elevada de tóxicos como el alcohol, el uso de medicamentos, etc.

riñones
- Se reduce su capacidad para concentrar y diluir al máximo la orina, lo que favorece la nicturia (necesidad de orinar durante la noche), predispone a la deshidratación, o causa hipernatremia (exceso de sodio en sangre) o hiponatremia (déficit de sodio en sangre) cuando se ingiere excesivo líquido.
- El envejecimiento también favorece la aparición de quistes renales simples, lo que facilita el crecimiento bacteriano y, por tanto, una mayor predisposición a sufrir infecciones renales (pielonefritis).
- Genera en las personas mayores un mayor riesgo de desarrollar intolerancia a la glucosa.
- Confiere una mayor susceptibilidad a la toxicidad farmacológica. Muchos agentes terapéuticos no alcanzan su acción óptima o la modifican, lo que hace aconsejable iniciar los tratamientos con dosis bajas del medicamento e ir ajustándola progresivamente hasta alcanzar el nivel de eficacia deseado.
El envejecimiento, por tanto, es uno de los factores menos determinantes del deterioro de la funcionalidad de los riñones, que puede mantenerse prácticamente inalterada con buenos hábitos de vida, tratando adecuadamente las enfermedades que pueden comprometerla, un uso adecuado de los medicamentos ym por supuesto, revisiones periódicas con el médico.