El sistema endocrino está configurado por diferentes glándulas que producen hormonas, que viajan a través de la sangre hasta otros órganos para cuyo funcionamiento son necesarios. Con el envejicimiento, se producen dos cambios fundamentales en el organismo. Por un lado, algunos órganos pierden la capacidad de recepción de ciertas hormonas de modo que éstas se metabolizan con mayor lentitud y, por otro, también se ve alterada la cantidad de hormonas que genera el organismo. Y ambos factores hace que la función de determinados órganos pueda disminuir, aumentar o ralentizarse en función de la actividad hormonal.
La glándula principal, el hipotálamo, está en el cerebro y produce unas glándulas que controlan el resto del sistema endocrino. Normalmente no cambia su capacidad productora. Sin embargo, el sistema endocrino tiene una estructura piramidal cuyo funcionamiento sí se ve afectado. Así, en la hipófisis se almacenan las hormonas generadas en el hipotálamo y al mismo tiempo se producen otras que afectan al funcionamiento de otras glándulas, como la tiroidea, las paratiroides, las suprarrenales, el páncreas, los ovarios, los testículos y las glándulas mamarias.
Glándulas y hormonas
A continuación se exponen los cambios que se el envejicimiento causa en el funcionamiento de las glándulas, la producción de hormonas, su metabolización y las consecuencias que todo ello tiene sobre la salud:
- Paratiroides: son cuatro glándulas pequeñas ubicadas alrededor de la tiroides, que producen la hormona paratiroidea, que regula la producción de calcio y fosfato, esenciales para mantener la fortaleza de los huesos. Con la edad los niveles de esta hormona se elevan, lo que contribuye a la desmineralización del hueso y, como consecuencia, al desarrollo de la osteoporosis.
- Páncreas: es el encargado de producir insulina, que se encarga de que la glucosa sea absorbida por las células. El paso del tiempo no cambia la cantidad de esta hormona que se produce. Pero sí la capacidad de los receptores para absorberla. Es lo que se conoce como resistencia a la insulina y que suele concluir en la aparición de diabetes tipo 2 o diabetes del adulto.
- Glándulas suprarrenales: producen dos hormonas: aldosterona y cortisol. La primera regula la absorción de líquidos y electrolitos, y su secreción disminuye con la edad, y explica el mareo y la disminución en la presión arterial que se producen con los cambios repentinos de posición (hipotensión ortostática). El cortisol se encarga de la respuesta al estrés y regula la descomposición de la glucosa, las proteínas y las grasa, además de tener efectos antinflamatorios y antialérgicos. Es una de las hormonas cuya presencia en sangre suele permanecer invariable, aun cuando se produce en menor cantidad, lo que puede afectar a la capacidad de adaptación del organismo al medio ambiente, favoreciendo la fragilidad gradual de las personas mayores.
- Ovarios y testículos: además de los óvulos y los espermatozoides, respectivamente, producen las llamadas hormonas sexuales. En este contexto, los efectos del envejicimiento son más acusados en la mujer a causa de la menopausia, momento en que se produce un descenso drástico de las llamadas hormonas femeninas, especialmente de estrógenos: desaparece la capacidad reproductora, aumenta el riesgo cardiovascular y se deterioran los caracteres sexuales secundarios (aumento del vello facial, ligera atrofia genital y del tejido mamario, descenso de la libido y cambios psicológicos). En los hombres el descenso de la producción de testosterona es mucho más lenta y a largo plazo puede producir la atrofia genital y disfunción eréctil.
- Tiroides: puede aparecer un hipotiroidismo.
Estos cambios en el funcionamiento del sistema endocrino a causa del envejicimiento del organismo no afectan por igual a todas las personas y su grado de deterioro dependerá en parte del estilo de vida: dieta, ejercicio, estrés, etc. Una vida saludable contribuirá a mantener el equilibrio hormonal o, en todo caso, a ralentizar su eventual deterioro.