La disfunción eréctil está en ocasiones asociada a la hipertensión arterial. De hecho, se estima que el 14% de los hipertensos diagnosticados tienen problemas de erección en algún momento de su vida, ya sea a consecuencia de la propia enfermedad (hipertensión no controlada) o de alguno los medicamentos que utilizan, no tanto para el tratamiento de la propia hipertensión, sino de otras patologías.
Por otra parte, el riesgo de disfunción eréctil aumenta en un 13% si es fumador y se incrementa aún más si tiene diabetes, colesterol elevado, obesidad o sufre algún tipo de cardiopatía isquémica. La edad es otro factor de riesgo que debe sumarse a los anteriores. El efecto sumatorio de todos estos factores asociados a la hipertensión arterial llevan a que la disfunción eréctil pueda llegar a presentarse en más del 50% de los pacientes, si bien en la mayoría de los casos (en torno al 70%) será leve.
Otro aspecto importante en relación con la disfunción eréctil de los pacientes con hipertensión arterial es que no los estudios realizados hasta la fecha no han podido establecer una relación de la misma con el tiempo transcurrido desde el momento del diagnóstico de la hipertensión y si se ha controlado o no la enfermedad. Esto supone que, así como en la diabetes el control de la glucosa en sangre resuelve el problema de disfunción eréctil en la mayoría de los casos, no sucede lo mismo con la hipertensión arterial.

Asimismo, los estudios que se han llevado a cabo con respecto a los deferentes medicamentos que se utilizan para el tratamiento de la hipertensión arterial evidencian que no hay diferencias en cuanto a la incidencia de la disfunción eréctil, ya se trate de diuréticos, betabloqueantes, alfabloqueantes o calcioantagonistas.
Los investigadores sugieren que la aparición de la disfunción eréctil no esté relacionado con el tipo de medicamentos utilizados para el control de la hipertensión arterial, sino con un descenso de la presión en los cuerpos cavernosos que se produciría al controlar las cifras tensionales, así como por el daño vascular que genera la hipertensión arterial. De este modo, la existencia de disfunción eréctil se convertiría en indicativo de un mayor riesgo cardiovascular.
Consecuentemente, el control de otros factores de riesgo asociados a la hipertensión arterial (diabetes, tabaquismo, hipercolesterolemia y obesidad) sería la mejor manera de prevenir la aparición de una disfunción eréctil.
En el caso de que ésta ya se haya producido, en la actualidad se dispone de diferentes opciones de tratamiento que pueden mejorar la función sexual de los pacientes hipertensos. La primera opción será la de los medicamentos por vía oral, siempre que no existan contraindicaciones (en el caso de sildenafilo, por ejemplo, que no se haya producido un infarto de miocardio, un ictus o una angina inestable, o que no se estén tomando nitratos). Si estos fármacos no resuelven el problema de la disfunción eréctil queda la alternativa de recurrir a la inyección intracavernosa o las prótesis de pene.