Se considera como dolor crónico todo aquél que dura más de tres meses (o seis, dependiendo de la fuente que se consulte), independientemente si se produce de forma oscilante o continuada. Por lo general no tiene cura, pero hay tratamientos que pueden ayudar a controlarlo, entre los que se incluyen medicamentos, fisioterapia, psicoterapia, acupuntura, estimulación eléctrica y cirugía. Pero la opción terapéutica dependerá en cada caso del origen del dolor, el tipo, su intensidad y la respuesta al tratamiento.
Medicamentos para el dolor crónico
En lo que se refiere al uso de medicamentos (analgesia), el tratamiento del dolor crónico se ha basado durante mucho tiempo en la denominada escalera analgésica, establecida en 1984 por la Organización Mundial de la Salud. El concepto sigue vigente, aunque el modelo ha sufrido diferentes modificaciones y propuestas de cambio, atendiendo a la idea de que el mejor fármaco no siempre es el más potente, sino el más adecuado a las características de cada paciente. Incluso se ha propuesto añadir algún escalón más, especialmente en las fases más avanzadas. De cualquier modo, será el médico quien en cada caso deberá determinar, con la referencia de la experiencia clínica acumulada, cuál es el tratamiento más adecuado.
La idea de la escalera analgésica, no obstante, es sencilla. Se trata de una escalera de tres peldaños, siendo el primero el más leve y el tercero el más grave. El primer peldaño de esta escalera corresponde a los antiinflamatorios o analgésicos más conocidos, como el ibuprofeno o el diclofenaco, además de los inhibidores de la Cox-2- Estos últimos están especialmente indicados en el tratamiento del dolor crónico ya que no dañan la mucosa gástrica, aunque los otros se pueden administrar junto a un protector gástrico.
Se sube al siguiente peldaño cuando estos fármacos dejan de surtir efecto y ya no alivian el dolor incluso si se aumenta la dosis. Entonces se recurre a los opiáceos sistémicos débiles, como el tramadol, la codeína y la hicrocodona. Más allá, en el tercer escalón, figuran los opioides fuertes, como la morfina, el fentanilo y la metadona. Cuando estos ya no surten efecto por vía oral, se pueden administrar inyectándolos en la médula espinal o en último caso mediante una bomba de infusión (cuidados paliativos).
Con todo, hay que tener en cuenta la posibilidad de que en cualquiera de los tres escalones, la respuesta a estos medicamentos se puede mejorar utilizando otros fármacos dirigidos a tratar otros síntomas susceptibles de intensificar el dolor: antidepresivos, anticonvulsionantes, ansiolíticos, corticoides, esteroides, relajantes musculares, etc.
Tratamientos complementarios para el dolor crónico
Hay que señalar que el tratamiento del dolor crónico no ha de limitarse al uso de medicamentos analgésicos, sino que existen otras terapias complementarias a las que cabe recurrir y que pueden aplicarse incluso siguiendo el concepto de escalera analgésica. En el primer nivel figurarían la modificación de las conductas que causan el dolor (actividad física concreta, estrés, etc.), la terapia de electroestimulación (TENS), la fisioterapia (rehabilitación), la acupuntura y la electroacupuntura.
En el segundo escalón las terapias complementarias pueden ser: aplicación de frío y/o calor, neurolisis (destrucción de un nervio mediante una inyección de alcohol) o el bloqueo del nervio, ya sea pinchándolo o quemándolo.
En el tercer nivel cabe plantear la introducción en la médula mediante cirugía de un electrodo con el fin de aplicar una electroestimulación directa sobre la misma. También se puede recurrir al bloqueo quirúrgico del nervio.
En cualquier caso, en la actualidad existen en los centros hospitalarios las llamadas Unidades del Dolor, que están especializadas en la clasificación y tratamiento del dolor crónico y agudo, desde una perspectiva multidisciplinar.