El hecho de que los síntomas iniciales del asma sean comunes a otras enfermedades respiratorias puede inicialmente dificultar el diagnóstico de esta patología, especialmente por el hecho de que no hay pruebas específicas que permitan detectarla.
Obviamente esta tarea se ve facilitada si el paciente ha sido asmático en su infancia y dejo de serlo en la adolescencia. En tal caso, la historia clínica dará una clara orientación diagnóstica en la dirección de una sospecha de rebrote de la enfermedad.
Si, por el contrario, el paciente no tiene antecedentes de episodios asmáticos habrá que realizar pruebas diagnósticas y una anamnesis que permita obtener información acerca de la funcionalidad de los pulmones y la capacidad respiratoria del paciente, de modo que se puedan descartar otras patologías que, como la EPOC, producen síntomas similares.
La indagación sobre el tipo de trabajo que realiza el paciente y si está en contacto directo con sustancias o materiales susceptibles de originar estos problemas respiratorios puede ayudar a acelerar el proceso.
Tratamiento del asma
No se dispone en la actualidad de un tratamiento curativo para el asma del adulto, por lo que éste deberá centrarse en controlar los síntomas y prevenir o evitar las eventuales crisis asmáticas. Y en este sentido el aspecto más importante del tratamiento es aprender a vivir con la enfermedad y gestionar su vida con una estrategia de evitación de los factores que puedan generar o empeorar los síntomas:
- No fumar ni activa ni pasivamente, lo que implica que no se fume a su alrededor y que no entre en lugares cerrados en los que se ha fumado.
- Identificar que factores, ambientales o no, desencadenan y agravan sus síntomas.
- Evitar los alérgenos a los que puedan ser sensibles (polvo, polen, ácaros, epitelio de animales, etc.).
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Quedarse en casa cuando los niveles de contaminación ambiental en el lugar en el que viven son elevados.
La medicación es la otra parte fundamental del tratamiento en dos sentidos diferentes. En primer lugar se dispone de fármacos que, tomados regularmente, permiten en cierta medida mantener alejados los síntomas propios de la enfermedad. Entre ellos destacan corticoesteroides inhalados, que pueden administrarse o no con unos medicamentos denominados agonistas beta de larga duración, y cuya pauta se definirá en función del nivel de gravedad en la que se haya clasificado la enfermedad.
Por otra parte, se prescriben también otros fármacos con el fin de que sean utilizados cuando se exacerban los síntomas o se produce una crisis asmática, ya que permiten aliviarlos gracias al efecto de relajación que producen en los músculos respiratorios (antagonistas beta de corta duración).
Como ya se ha señalado las dosis y el tipo de fármacos se definirán en función de las características de cada paciente y de la intensidad de los síntomas que presenta, teniendo en cuenta que aproximadamente el 10% de los adultos con asma muestra síntomas de manera persistente con episodios de agravamiento de los mismos que no pueden controlar a pesar de los fármacos. Por eso también es importante que los propios pacientes aprendan a diferenciar cuáles son los medicamentos que les producen una mayor mejoría de los síntomas y cómo y en qué momento utilizar cada uno de ellos. Esto les ayudará, sin duda, a tener una mejor calidad de vida.
