A medida que las tallas suben o los cinturones necesitan agujeros supletorios, la investigación sobre la dieta óptima para perder peso y mantenerse delgado prosigue.
Como en todas las áreas de estudio, las ideas evolucionan y se desarrollan por derroteros insospechados, lo que a menudo hace que se cuestionen hechos comúnmente aceptados. A continuación presentamos algunas de las novedades en materia de investigación sobre la obesidad.
Objetivo: quedar satisfecho
En otros tiempos, cuando se consumían muchas calorías en los quehaceres de la vida diaria, era posible alimentarse prácticamente con cualquier régimen alimentario y permanecer delgado.
Actualmente el problema reside en ese fenómeno obesogénico que hemos ya considerado (autocomplacencia y reposo excesivo), lo cual significa que una cantidad de alimentos relativamente moderada se transforme en sobrealimentación.
Es de sentido común que mantenerse delgado sería mucho más fácil si fuéramos más activos y evitáramos ese tendencia a celebrar disgustos o alegrías comiendo. El reino de las decisiones -o de los bioestilos- está en nosotros".
Preparar comidas con pocas calorías requiere algo más de imaginación culinaria, aunque se logran resultados sorprendentes y muy apetitosos.
Por esta razón, los científicos se centran en descubrir el modo de aumentar el poder saciante de la dieta, con el fin de que nos sintamos llenos con menos calorías.
¿Cómo puede aumentarse el poder saciante de la dieta? Se trabaja en el índice glucémico y en las proporciones de los nutrientes (hidratos de carbono, proteinas y grasas) de los alimentos. "Es de sentido común que mantenerse delgado sería mucho más fácil si fuéramos más activos y evitáramos ese tendencia a celebrar disgustos o alegrías comiendo. El reino de las decisiones -o de los bioestilos- está en nosotros".
El índice glucémico
Desde hace varios años, el índice glucémico (IG) se utiliza en diabetes para evaluar la rapidez con que la insulina responde a los alimentos que contienen carbohidratos. Los carbohidratos de digestión lenta, como los que contienen fibra, poseen un IG bajo y se consideran más saciantes, mientras que los carbohidratos de digestión rápida tienen un IG alto y sacian menos.
A mayor índice, más rápida solicitud de insulina; sin embargo, en la vida real consumimos los alimentos como parte de una comida, no por separado. Los primeros estudios indicaban que el IG predecía, con una precisión razonable, las respuestas relativas de glucosa en sangre frente a platos compuestos de ingredientes del mismo tipo, pero con fuentes de carbohidratos diferentes.
Sin embargo, los últimos hallazgos cuestionan esta afirmación y sugieren que, al ingerir una comida, no existe ninguna relación entre el IG de los alimentos -inclusive por separado- y el efecto general de la comida en el organismo. Quizás el IG no sea el mejor modo de determinar cómo afectan los carbohidratos a las sensaciones de hambre y saciedad.
La proporción de los nutrientes
Otro gran tema de debate es la proporción de grasas, carbohidratos y proteínas que debe contener la dieta. Uno de los mayores estudios multicéntricos realizados en Europa reveló que personas con sobrepeso siguiendo una dieta de bajo contenido en grasas y alto contenido en carbohidratos, perdían peso de forma espontánea; pero también, por otro lado, con las dietas de Atkins (rica en grasas e hidratos) o la de Scarsedale (rica en proteínas), aún siendo demasiado bajas en hidratos, se obtiene un resultado similar.
La adición de pequeñas cantidades de grasa inhibe el vaciado del estómago y ralentiza enormemente la digestión. El hecho de que los carbohidratos de la dieta procedieran del almidón o del azúcar no tenía importancia: todas las personas estudiadas perdieron peso. Entonces, cabe preguntarse qué ocurre con las proporciones.
El papel de las proteínas ha cobrado relevancia. Se sabe que las proteínas tienen una acción rápida y eficaz de inhibición de la sensación de hambre. Una dieta rica en proteínas estimula menos la insulina que una dieta rica en hidratos de carbono.
Significa al menos que sacia más y modera el almacenamiento de grasa. Una excelente pauta antiobesidad se basa en huerta (cualquier hortaliza y fruta, utilizando patatas y legumbres tres veces por semana), mar (pescados azules, incluidos en conserva, pescados blancos y mariscos) y corral (huevos, carne de ave y lácteos frescos, sobre todo, el yogur natural y descremado).
Hay que tener en cuenta
En personas activas, es posible que lo ideal sea seguir una dieta con un contenido alto de carbohidratos, ya que éstos son el combustible favorito de unos músculos activos; sin embargo, para los más sedentarios, puede ser más indicada una dieta en la cual parte de los carbohidratos se sustituya por proteínas (aunque sin llegar a los niveles de la dieta de Atkins).
Hoy día, la dieta Sears (40% de hidratos, 30% de proteínas y 30% de grasa, sobre todo contenido omega 3) plantea una interesante alternativa a estudiar. El sedentarismo, de poco gasto de calórico y tendencia a atrofiar el sistema músculo-esquelético, sugiere un moderado aumento de proteínas, equilibrado con una disminución de hidratos de carbono refinados, grasas (mantequilla, margarina, embutidos, quesos curados, patés) y aceites (dos cucharadas/día) y alimentos grasos.
El consumo de alcohol no es lo más indicado para perder peso aunque pudiera ser permisible su uso ocasional.
Es de sentido común que mantenerse delgado sería mucho más fácil si fuéramos más activos y evitáramos ese tendencia a celebrar disgustos o alegrías comiendo. El “reino de las decisiones” -o de los bioestilos- está en nosotros. Las ayudas profesionales se encuentran en las especialidades médicas de Endocrinología y Nutrición y Medicina Preventiva, en combinación con títulos universitarios en Dietética y Nutrición o Psicología.
Notas (1) Fuente: Eufic.org - Novedades en materia de obesidad. (Modificado con permiso de Eufic).