Este problema es mucho más evidente en mayores de 60-65 años. La prevalencia de dolor crónico en la población occidental se sitúa en torno al 20%, mientras que en mayores de 65 años se considera superior al 50 %, siendo casi el doble entre mujeres que hombres.
La obesidad aumenta en los países desarrollados y en vías de desarrollo, de forma que cada vez alcanza más a la población de más edad y, por tanto, más susceptible de sus consecuencias. En Estados Unidos, ya más del 35% de la población mayor de 60 años es oficialmente obesa. En España la incidencia es menor aún; según datos de la Encuesta Nacional de Salud de 2012 la obesidad alcanza al 17% de la población adulta y el sobrepeso al 37%, pero hay que recordar que hace 25 años la obesidad afectaba sólo al 7%.
La obesidad multiplica por dos el riesgo de padecer dolor crónico en rodillas, caderas y espalda. También se ha asociado con mayor prevalencia de migraña severa y cefalea crónica diaria. La relación entre obesidad y otras enfermedades que indirectamente pueden generar dolor y aumentar la mortalidad, como diabetes mellitus y arterioeclerosis, es sobradamente conocida.
Se ha demostrado que casi siempre es la obesidad la causa del dolor y no la consecuencia, y también es cierto que los índices de limitación asociados al dolor, como inmovilidad o limitación funcional para ciertas actividades y depresión, son más frecuentes en pacientes obesos y con sobrepeso.
Se ha comprobado también que las mujeres obesas son mucho más vulnerables que los hombres obesos a la hora de padecer dolor y las limitaciones funcionales descritas, por lo que los esfuerzos de prevención y tratamiento precoz de la discapacidad deberían centrarse urgentemente en el sector de mujeres adultas obesas.

Recientes estudios analizan cómo el consumo de alimentos ricos en calorías (azúcares o grasas) puede modular el stress e incluso disminuir el dolor, posiblemente activando la liberación de endorfinas como ocurre con el deporte. Describen una relación entre nivel de dolor y mayor consumo de alimentos ricos en grasas.
De esta forma, muchos pacientes obesos con dolor comerían de forma compulsiva como estrategia para disminuirlo de forma transitoria, si bien esta actitud les conduciría a aumentar su peso y por tanto su dolor y las limitaciones funcionales asociadas entrando en un círculo vicioso del que es muy difícil salir.
En una paciente con sobrepeso calculado de 35 Kg y severo dolor de espalda tras varias intervenciones de columna, la pérdida de tan solo 10 Kg puede permitir reducir la dosis de mórficos un 50%, mejorando notablemente su capacidad para caminar sin tener que detenerse y sentarse por dolor.
La incorporación de Nutricionistas en las Unidades del Dolor permite abordar con mucha mayor eficacia la problemática de estos pacientes con sobrepeso, y es especialmente necesario en mujeres de edad avanzada.