Hay factores de riesgo asociados al glaucoma que no son prevenibles. El más destacable en este contexto es la edad, especialmente a partir de los 60 años, aunque tras cumplir los 40 el riesgo ya es significativo. Los antecedentes familiares en ascendencia directa (padres) también implican un mayor riesgo, así como la raza, pues las personas de etnia africana tienen una mayor propensión a desarrollar esta patología ocular. También las personas miopes tienen incrementado el riesgo, al igual que aquéllas que siguen tratamientos de larga duración con corticoesteroides.
En tales casos no cabe la prevención, pero sí el diagnóstico precoz. Y esto es importante, pues aunque el glaucoma es un problema ocular que no se puede curar y la pérdida de agudeza visual que origina es irreversible, sí se puede detener su progresión mediante el adecuado tratamiento.
Para ello es fundamental que todas las personas se sometan a una revisión rutinaria que incluya la medición de la presión intraocular (PIO) a partir de los 40 años y con una periodicidad de dos a cuatro años. Las mayores de 60 deberán hacerlo cada uno o dos años. Sin embargo, aquellas personas en situación de riesgo deberán someterse a esta revisión de forma anual y a partir de los 35 años de edad.
Estilo de vida
La diabetes tipo 2 es uno de los factores de riesgo que se asocian al desarrollo del glaucoma. También la hipertensión arterial está considerado como un probable detonante del aumento de la presión intraocular que lleva al glaucoma. Pero en general la salud cardiovascular tiene mucho que ver con la probabilidad de padecer esta patología ocular. En consecuencia, todos los factores de riesgo que afectan a la salud del sistema circulatorio lo son también frente al glaucoma.
Es por ello que la prevención de esta enfermedad que constituye la segunda causa de ceguera en los países desarrollados pasa necesario por un estilo de vida saludable, en el que la alimentación (dieta equilibrada) y el ejercicio físico (practicado de forma regular) son parte importante. Además, no fumar, evitar sustancias estimulantes como la cafeína y reducir el consumo de alcohol a niveles saludables son también preceptivos para prevenir el glaucoma.
En el caso de sufrir diabetes tipo 2 y/o hipertensión arterial su control resulta fundamental en este contexto. Cumplir a rajatabla el tratamiento prescrito por el médico y someterse a un control médico periódico para asegurar los niveles de glucosa en sangre y la presión arterial se mantienen en cifras de normalidad resulta fundamental para prevenir el glaucoma. Eso sí; cumpliendo siempre con las revisiones oculares recomendadas en las que se incluya la medición de la presión intraocular.