Los valores que indican la existencia de una hiperglucemia varían en función del momento en que se realiza la toma de sangre para la medición de la glucosa. Si se realiza en ayunas, es decir, al menos ocho horas después de la última comida, los valores de normalidad se sitúan entre los 70 y los 110 miligramos por decilitro de sangre. En los niños pequeños estos valores se sitúan entre 40 a 100 mg/dl. Es lo que se conoce como glucemia basal.
Cuando la glucemia basal se sitúa entre los 110 y los 128 mg/dl se considera que existe una alteración de los niveles de glucosa en el organismo de tipo prediabético. Esto implica un riesgo latente de desarrollar una diabetes mellitus o diabetes tipo 2. Normalmente se recomienda seguir unas pautas de alimentación y realizar ejercicio físico, pero también el seguimiento del paciente para vigilar de forma periódica la evolución de estos valores. Si estos superan la cifra de 128 ml/dl, entonces se considera que existe una hiperglucemia o diabetes tipo 2 y que debe instaurarse un tratamiento dietético o incluso farmacológico para mantener las cifras en un rango de normalidad.
Hay que tener en cuenta, no obstante, que los valores de glucosa en sangre pueden verse alterados por otras causas, como es el caso de hipertiroidismo, problemas renales, cáncer de páncreas, pancreatitis aguda, síndrome de Cushing, feocrocitoma o a partir del segundo trimestre de embarazo.
La medición de la glucemia también puede realizarse dos horas después de la última comida. Es lo que se conoce como glucemia postprandial y el valor superior de normalidad se sitúa en 140 mg/dl, o 180 mg/dl si el paciente es diabético.
En el caso de un embarazo, se establece que existe una hiperglucemia diabetes gestacional cuando los valores superan los 128 mg/dl si se mide la glucemia basal o los 200 mg/dl si se mide la glucemia postprandial.