Los beneficios de la lactancia materna para el recién nacido han sido claramente demostrados por numerosos estudios. La leche materna es la mejor fuente de nutrición durante los primeros seis meses de vida. No sólo contiene todos los nutrientes necesarios y en las cantidades apropiadas para el buen desarrollo del bebé, sino que contiene anticuerpos de la madre que compensan la inmadurez de sus sistema inmunológico.
Además, diversos estudios indican que los niños amamantados son menos propensos a padecer gases, estreñimiento, diarreas, alergias, infecciones de oído y del aparato digestivo, enfermedades respiratorias; y presentan un menor riesgo de obesidad, diabetes y el síndrome de muerte súbita.
Para ello, no obstante, es importante es que la madre se alimente adecuadamente mientras amamante a su bebé con el fin de que la leche contenga todos los nutrientes necesarios. También la madre se beneficia de la lactancia, pues ésta le permite perder peso más fácilmente, reduce el riesgo de cáncer de mama y de ovario, así como de enfermedades cardiovasculares y osteoporosis.
La frecuencia con que se debe amamantar al bebé es de cada hora y media a dos horas y media durante el primer mes, mientras que con la leche maternizada el intervalo entre una toma y otra suele ser de tres horas. La causa de esta diferencia de horario es que la leche materna se digiere con mayor rapidez. Esta frecuencia se reduce en los meses posteriores en la medida en que el bebé aumenta la cantidad de leche ingerida en cada toma.
La lactancia materna, siempre que sea posible, es la mejor fuente de alimentación para un recién nacido y se recomienda que ésta se prolongue al menos hasta los seis meses. Sin embargo, existe una diferencia de criterios sobre el tiempo durante el cual la leche de materna debe ser la única fuente de alimentación del niño.
Mientras que la OMS recomienda la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses, un reciente estudio publicado en la revista British Medical Journal, concluye que es a partir de los cuatro meses cuando se debe comenzar a introducir gradualmente otro tipo de alimentos. Se han encontrado varias razones para sustentar esta recomendación. Una de ellas es que a partir de los cuatro meses, dado que el contenido de hierro en la leche es muy bajo, los bebés en lactancia exclusiva tienen un mayor riesgo de presentar anemia, lo que puede afectar a su desarrollo. Asimismo, parece incrementarse el riesgo de sufrir enfermedad celiaca.
Por último, el estudio indica que durante el periodo de los cuatro a los seis meses de edad la exposición a alergenos reduce la posibilidad de que en el futuro el niño desarrolle algún tipo de alergia.