La taquicardia fetal surge únicamente en el 0,4% o el 0,6% de todos los embarazos. La misma se manifiesta comúnmente en forma de taquicardia sinusal, la cual provoca un incremento en la frecuencia cardíaca cada vez que el bebé respira. Puede ser un signo de sufrimiento fetal o a una conducción anormal de la sangre, pudiendo estar causada por falta de oxígeno (hipoxia fetal) o por elevados niveles de catecolaminas en la madre como consecuencia de estados de ansiedad, dolor, fiebre, infección intraamniótica o administración de determinados tipos de fármacos. En un pequeño porcentaje de los casos, la taquicardia fetal se asocia a cardiopatías congénitas.
La presencia de una taquicardia prolongada obliga a una monitorización del feto para detectar un posible sufrimiento fetal.
Se considera que hay taquicardia fetal cuando la frecuencia cardiaca del feto supera los 170-180 latidos por minuto y esta situación se mantiene durante algún tiempo o de forma permanente. No obstante, los movimientos fetales pueden ocasionalmente producir un aumento de la frecuencia cardiaca de hasta 200 latidos por minuto. Sin embargo, el feto no manifiesta sintomatología salvo cuando el latido fetal supera los 240 latidos por minuto.
Hay diferentes tipos de taquicardias fetales:
- Supraventriculares: suelen aparecer entre las 28 y 32 semanas de gestación y son las más frecuentes (60 a 70 por ciento). En ocasiones provocan fallo cardiaco derecho y ocasionan retención de líquidos en todo el cuerpo causando lo que se denomina hidrops fetal. Si no hay fallo cardiaco, pueden resolverse sin tratamiento, pero cuando aparecen síntomas fetales es necesario el uso de medicamentos para controlarla, teniendo en cuenta que los casos con hidrops responden peor al tratamiento. En caso de no responder al tratamiento habrá que inducir el parto y tratar adecuadamente al neonato.
- Ventriculares: son extremadamente infrecuentes, habitualmente se asocian a cardiopatías congénitas y suelen tener una mala evolución.
- Flutter auricular: representa el 10-30% de los casos y se caracteriza porque las aurúculas y los ventrículos van a un ritmo diferente de modo que por cada latido del ventrículo se producen dos o tres de la aurícula. Generalmente se detecten en la etapa final de la gestación. Responden bastante bien a determinados fármacos. Sin embargo, cuando no hay respuesta al tratamiento hay que inducir el parto o practicar una cesárea si el feto presenta hidrops. Una vez nacido el tratamiento será el mismo que para un adulto..