Un ataque cardíaco puede ocurrir en cualquier momento, pero su incidencia es especialmente alta en personas mayores. Reconocer los síntomas del ataque al corazón y saber cómo actuar ante una emergencia puede marcar la diferencia entre una recuperación completa y complicaciones graves.
En este artículo explicamos qué es un ataque cardíaco, cómo se manifiesta en hombres y mujeres, en qué se diferencia de un paro cardíaco y cuáles son las opciones de tratamiento y recuperación tras un evento cardiovascular.
¿Qué es un ataque al corazón?
Un ataque al corazón (también llamado infarto agudo de miocardio) ocurre cuando el flujo de sangre que llega al corazón se bloquea parcial o totalmente. Esto suele deberse a un coágulo que obstruye una arteria coronaria ya estrechada por placas de colesterol. Al interrumpirse el suministro de oxígeno, el tejido cardíaco comienza a dañarse.
Es importante no confundir ataque cardíaco con paro cardíaco. Aunque ambos son eventos graves, no son lo mismo. En el infarto el corazón sigue latiendo, aunque con dificultad. En el paro, el corazón se detiene de forma súbita. Por tanto, ante la duda, siempre es mejor acudir a urgencias.
Principales síntomas de un ataque cardíaco
Saber reconocer los síntomas de un ataque al corazón es vital. No todos los infartos se presentan de forma dramática, como ocurre en algunas representaciones gráficas o en cualquier imagen de ataque al corazón que solemos ver en medios. A veces, los síntomas son leves o incluso imperceptibles, especialmente en personas mayores o en mujeres.
Signos típicos en hombres y mujeres
Los síntomas más comunes incluyen:
- Dolor o presión en el pecho, que puede irradiar hacia el brazo izquierdo, cuello, mandíbula o espalda
- Sudoración fría, mareo o debilidad repentina
- Dificultad para respirar, incluso en reposo
- Náuseas, vómitos o sensación de indigestión
- Pulso irregular o palpitaciones
Aunque el dolor en el pecho es el signo más clásico, en las mujeres puede presentarse de forma diferente, con más frecuencia como fatiga extrema, malestar general o sensación de ansiedad.
Síntomas silenciosos o atípicos
En algunas personas mayores, el infarto puede cursar sin dolor evidente. Se habla entonces de infarto silencioso, cuyos signos pueden pasar desapercibidos: fatiga, debilidad inusual, alteración del ritmo cardíaco o simplemente sensación de malestar difuso. Estos cuadros suelen detectarse en revisiones médicas posteriores.
Estar alerta ante cualquier cambio brusco en el estado físico o emocional es básico, sobre todo si existen antecedentes de enfermedades cardiovasculares.
Qué hacer ante un ataque al corazón de una persona mayor
Actuar con rapidez ante un ataque cardiovascular puede salvar vidas. Los primeros minutos son clave para evitar daños irreversibles.
Primeros auxilios y cuándo llamar a emergencias
Ante la sospecha de un infarto, se debe llamar de inmediato al 112. Mientras llega la ayuda, conviene mantener a la persona sentada o semirreclinada, tranquila y sin moverse demasiado. Si está consciente, puede masticar aspirina (si no está contraindicada), ya que ayuda a reducir el tamaño del coágulo.
Se debe observar la respiración, el pulso y si hay pérdida de conocimiento. Si se detiene la respiración, se deben iniciar maniobras de reanimación cardiopulmonar.
Lo que no se debe hacer durante un infarto
No se debe obligar a la persona a caminar ni esperar a ver si los síntomas desaparecen. Tampoco hay que ofrecer alimentos o bebidas, especialmente si hay náuseas o pérdida de conciencia. El error de minimizar los síntomas o “esperar a ver qué pasa” es uno de los motivos más frecuentes de complicaciones graves en mayores.
Tratamiento tras un ataque cardíaco
Recibir tratamiento rápido y adecuado tras un ataque al corazón es clave para preservar el músculo cardíaco y mejorar el pronóstico a medio y largo plazo. El tratamiento se divide en dos fases: la intervención médica inmediata y la rehabilitación cardíaca posterior. Ambas son esenciales para recuperar calidad de vida y reducir el riesgo de futuros episodios.
Intervenciones médicas comunes (angioplastia, medicamentos, etc.)
Una vez estabilizado el paciente, el equipo médico determinará el tipo de infarto y el abordaje más apropiado. En la mayoría de los casos, el objetivo principal es restaurar el flujo sanguíneo lo antes posible. Las técnicas más frecuentes incluyen:
- Angioplastia coronaria: se introduce un catéter a través de una arteria, generalmente desde la muñeca o la ingle, hasta llegar al corazón. Allí, se infla un pequeño balón que abre la arteria bloqueada. Luego, se coloca un stent (una malla metálica) para mantener la arteria abierta. Este procedimiento es rápido, poco invasivo y muy eficaz en las primeras horas tras el infarto.
- Medicamentos trombolíticos: se administran por vía intravenosa para disolver el coágulo que obstruye la arteria. Su uso es más habitual cuando no es posible realizar una angioplastia de forma inmediata. Su eficacia depende de la rapidez con que se administren, idealmente en las primeras tres horas desde el inicio de los síntomas.
- Fármacos de mantenimiento: una vez resuelto el evento agudo, se inicia un tratamiento farmacológico prolongado. Incluye:
- Betabloqueantes, para reducir la frecuencia cardíaca y el esfuerzo del corazón
- Antiagregantes plaquetarios y anticoagulantes, para evitar la formación de nuevos coágulos
- Estatinas, que ayudan a controlar los niveles de colesterol
- Inhibidores de la ECA o ARA II, especialmente si existe hipertensión o insuficiencia cardíaca
- Betabloqueantes, para reducir la frecuencia cardíaca y el esfuerzo del corazón
En situaciones más complejas, como cuando hay varias arterias obstruidas o lesiones no tratables por catéter, puede ser necesaria una cirugía de bypass coronario. En esta intervención se utilizan vasos sanguíneos de otra parte del cuerpo para desviar el flujo alrededor de las arterias obstruidas del corazón.
En todas las fases del tratamiento, es fundamental el control de constantes, la monitorización del ritmo cardíaco y una vigilancia estrecha en unidades especializadas.
Rehabilitación cardíaca y seguimiento
La rehabilitación cardíaca es una parte esencial del proceso de recuperación tras un infarto. No se limita al tratamiento físico, sino que abarca una atención integral que incluye educación, control emocional y modificación del estilo de vida. Su objetivo es evitar un nuevo evento y mejorar la calidad de vida del paciente.
En Sanitas Mayores, este proceso se adapta a cada persona mayor según su estado físico y necesidades individuales, a través de planes estructurados y supervisados por profesionales.
Entre los pilares de la rehabilitación destacan:
- Reeducación en hábitos de vida saludables: se enseña al paciente y su familia a identificar y modificar los factores de riesgo como el tabaquismo, la hipertensión, el colesterol elevado o el sedentarismo.
- Actividad física guiada: el ejercicio adaptado, con seguimiento fisioterapéutico y cardiológico, ayuda a fortalecer el corazón, mejorar la capacidad respiratoria y recuperar confianza en el propio cuerpo.
- Nutrición cardiosaludable: se promueve una alimentación basada en frutas, verduras, legumbres, pescado azul y grasas saludables, como el aceite de oliva. También se insiste en reducir el consumo de sal, azúcares añadidos y ultraprocesados.
- Apoyo psicológico: tras un infarto, es común sentir ansiedad, miedo a recaer o incluso síntomas depresivos. Un acompañamiento emocional adecuado favorece la recuperación mental y el compromiso con el tratamiento.
- Revisión médica regular: el seguimiento a largo plazo incluye visitas periódicas al cardiólogo, pruebas de control (como electrocardiogramas o análisis de sangre) y ajustes en la medicación según evolución.
La continuidad en estos cuidados marca la diferencia. Muchos pacientes logran volver a su rutina habitual con más conciencia sobre su salud y una mayor calidad de vida.