La disfagia es la dificultad para tragar alimentos sólidos, líquidos e incluso a veces la saliva. Se debe a que algunas enfermedades alteran la función cerebral o muscular que intervienen en el proceso de deglución, es decir, desde que introducimos el alimento en la boca hasta que llega al estómago.

Los cuidadores de personas con disfagia deben tener en cuenta una serie de factores a evitar, como:
- Dobles texturas en un plato.
- Alimentos fibrosos o que se peguen al paladar.
- Frutas que al ser mordidas suelten líquido.
- Alimentos que puedan dejar restos en la boca al morder.
- Alimentos líquidos que no tengan una textura gelificada (podremos añadir un espesante).
Se debe adaptar la dieta a las necesidades de la persona, realizar varias comidas al día de poca cantidad y que no duren más de 30 minutos. Es preferible usar cucharas pequeñas como las de postre. Hay que tener siempre presente que estas personas presentan dificultades para comer y debemos tener, ante todo, paciencia.
Durante las comidas, las personas con disfagia deben estar bien despiertas, con la espalda recta y la cabeza ligeramente inclinada y, en caso de que coman solas, siempre vigiladas por el cuidador. Los profesionales sanitarios pueden recomendar de una forma más individualizada, según las necesidades o condiciones especiales que presente la persona, qué postura es la más adecuada.
Mantener una buena higiene bucal, limpiando los restos de comida que puedan quedar en la boca después de cada comida, puede ayudar a evitar atragantarse. Asimismo, permanecer rectos durante al menos 30 minutos evitará el reflujo.