Nuestra vida emocional y personal no es una línea continua. Existen momentos puntuales que nos confrontan con verdaderas elecciones y decisiones en nuestro recorrido vital y que tienen la categoría de acontecimiento. Constituyen momentos de aparente detención pero que son necesarios y fundamentales para poder continuar adelante en el desarrollo personal.
Las crisis personales tienen lugar cuando se produce un choque entre nuestras expectativas y lo que constituyen nuestros verdaderos logros, es decir, entre lo que pretendemos alcanzar y lo que verdaderamente alcanzamos. La insatisfacción personal, que es el motor de nuestra realización personal, a veces alcanza niveles tan altos que no logramos entender qué es lo que verdaderamente nos orienta en la vida.
El ideal de belleza es otro de los elementos perturbadores actuales, afectándonos de un modo a veces dramático -especialmente en la población femenina-, y por el cual nos sentimos esclavizados sin poder resistirnos a dejar de obedecer la pauta que dicho ideal nos marca.
El ideal de un yo fuerte y autónomo encierra el germen de un individualismo que puede favorecer el aislamiento y la soledad, conformando un falso semblante de independencia.

Donde se constata hoy una verdadera crisis personal es a causa de las relaciones de pareja. Existe una verdadera revolución en la concepción del vínculo entre los hombres y las mujeres. El lugar que las mujeres han ocupado en la historia de la relación amorosa ha evolucionado de una manera tal radical que repercute en el modo en que los hombres y las mujeres se perciben a ellos mismos.
La independencia laboral en la mujer y la posibilidad real de concebir un hijo a través de la ciencia -con independencia de la relación sexual-, son algunos de los factores culturales determinantes que dibujan una nuevo mapa en la relación hombre-mujer, desorientando inevitablemente al hombre de hoy y provocándole el autocuestionamiento sobre qué lugar ocupa en el vínculo con una mujer.
La experiencia extraída de las consultas actuales nos ilustra esta cuestión cuando comprobamos que hoy los hombres consultan al psicólogo tanto o más que las mujeres.
Esta inmersión en la dimensión de lo íntimo, que parecía ser algo inherente a las mujeres, ha alcanzado a los hombres que ya no dudan en plantear sus inquietudes, su desesperanza, y su desorientación. Podemos considerar esta apertura como un signo claro de que el hombre esta dejando atrás ese mito que siempre lo ha acompañado de ser fuerte porque sí.
En resumen, cabe destacar que los ideales de una época han de ser detectados, analizados y asimilados en la esfera de lo personal. De no ser así dichos ideales nos distancian de lo que verdaderamente sentimos, hacemos y deseamos, convirtiéndose por tanto en potenciales generadores de conflictos y crisis personales.