El concepto de inteligencia emocional se refiere a la habilidad de conocer, comprender y expresar las propias emociones y de las personas con las que uno se relaciona para desarrollar la personalidad y definir una guía para el comportamiento social en todas sus acepciones.
Desde esta perspectiva, se entiende que el desarrollo emocional tiene una influencia determinante en el desarrollo cognitivo. Un niño con un cociente intelectual (CI) muy elevado tiene las mismas necesidades emocionales que otro con una inteligencia normal, pero su desarrollo psicológico va a depender en mayor medida de cómo se canalicen sus emociones, del apoyo que reciba de padres y educadores y de su manera de afrontar los problemas. En este sentido los niños muy dotados intelectualmente destacan por su capacidad sensitiva, su intensa actividad mental, la intensidad en la actividad física, su gran energía y su tendencia a hacer preguntas y resolver problemas, además de expresar fuertemente su afectividad. Todo ello les hace diferentes y en no pocas ocasiones las personas de su entorno reaccionan inadecuadamente a su impulsividad, incluso los rehúyen, lo que hace que estos niños se repriman a la hora de expresar sus opiniones y se muestren emocionalmente inseguros. Necesitan un trato especial en su relación social y que se les enseñe a comprender y asumir sus emociones para relacionarse con los demás y adaptarse a su entorno. Y, según parece, las carencias en este contexto son la razón del fracaso escolar de niños con CI muy elevado.
Y es aquí donde entra en juego la inteligencia emocional que, a juicio de los expertos, resulta fundamental a la hora de desarrollar las habilidades intelectuales, creativas y sociales; y más aún en el ejercicio de toma de decisiones. Este tipo de inteligencia se basa en tres habilidades esenciales:
- Autocontrol. Es la habilidad de controlar la respuesta natural de nuestro cerebro ante determinados estímulos, activando las emociones. No se trata de ocultar tales emociones, sino de controlar su intensidad manteniendo un estado de calma. Es una habilidad que se puede aprender y desarrollar, especialmente durante la infancia, una etapa en la que el cerebro está constantemente adaptándose a nuevas situaciones y circunstancias.
- Entusiasmo. En contraposición, la ansiedad y la preocupación en el desarrollo de cualquier actividad, son marcadores indicativos de un fracaso probable. El entusiasmo, el optimismo y en general lo que se denomina pensamiento positivo lo son del éxito. Se trata, en definitiva, de canalizar las emociones hacia un fin productivo, como controlar los impulsos y regular adecuadamente los estados de ánimo, la automotivación, etc.
- Empatía. Ser capaces de ponerse en el lugar de otras personas ayuda a comprender sus emociones y utilizar esta habilidad para relacionarse con ellos. Es una habilidad fundamental en el ámbito laboral y en las relaciones sociales y la clave está en la capacidad de captar el lenguaje no verbal.
Estas habilidades son muy importantes en el ámbito laboral y cada vez son más tenidas en cuenta por los profesionales de recursos humanos a la hora de seleccionar las personas más adecuadas para un puesto de trabajo. Una buena inteligencia emocional no sólo define una persona emocionalmente apta, sino que además se relaciona bien con los demás, tiene una buena capacidad de comunicación y sabe trabajar en equipo, contribuyendo a crear y mantener un buen ambiente de trabajo y una mayor productividad.