Es muy importante detectar los cambios que se producen en los lunares, pues pueden indicar su malignización y, por tanto, el posible desarrollo incipiente de un melanoma. De ahí la necesidad de observarlos periódicamente -preferiblemente cada tres meses- mediante un autoexamen delante del espejo, por ejemplo, después del baño o la ducha. Habrá que utilizar un espejo de mano para observar aquellos lunares que están ocultos a la vista o solicitar para ello la ayuda de un familiar.
Tipos de lunares:
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lunares asimétricos: es decir, aquellos cuya forma no guarda una relación de simetría cuando se traza una línea recta que pase por el centro.
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Lunares de borde irregular.
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Lunares cuyo color no es homogéneo, sino que presenta diferencias de una zona a otra.
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Lunares cuyo diámetro es mayor de 0,5 centímetros.
Hay que tener en cuenta que a veces los cambios en los lunares son muy sutiles y difíciles de apreciar, tanto por la persona que los tiene como incluso por el dermatólogo que le examina. Tener fotos para poder comparar puede ser una buena opción.
En la actualidad se dispone de la dermatoscopia digital para lograrlo. Colocando una lente sobre los lunares y mediante el uso de una luz especial se obtiene información sobre las características (color, regularidad del borde, simetría y dimensiones) de cada uno de ellos, que se almacena en un ordenador, obteniéndose un mapa digital de los lunares del cuerpo.
También permite detectar la presencia de lunares nuevos. Esta técnica es especialmente útil en personas que tienen un número tan elevado de lunares que hace prácticamente imposibles controlarlos todos.