Cualquier líquido que contenga alcohol etílico (CH3CH2OH), bien sea por fermentación como la cerveza o el vino, bien por destilación como el brandy, güisqui, ginebra, ron, vodka, aguardiente... se debe considerar bebida alcohólica.
Las cervezas suelen tener un grado alcohólico entre 2 a un 12 por ciento, quedando exentas las que se conocen como sin alcohol (0.0 %). La cerveza es el miembro alcohólico numero uno, extendido su consumo como acompañante "imprescindible" de aperitivos.
También se le ha concedido, un lugar muy destacado para paliar la sed. E incluso se adorna su propaganda con virtudes sanitarias de difícil defensa.
El vino se obtiene a través de la fermentación de la uva, aunque las manzanas (sidra), cerezas y frutos de bosque han sido utilizados para obtener bebida fermentadas de bajo grado alcohólico. "No se debe descuidar el control de bebidas alcohólicas, las cuales pueden ser permisibles pero nunca aconsejables como consumo habitual". El vino embotellado tiene una larga historia, que comienza con la elección y el cuidado de la viña, del terreno, de la latitud, de practicar la vendimia en el momento oportuno, de las condiciones del lagar, del control de la temperatura, de la humedad.
Generalmente, los vinos poseen un grado alcohólico que oscila entre los 8 y los 14 grados, aunque existen derivados "fortificados" de la uva como el brandy (coñac) que alcanza los 18-21 grados.
Los licores obtenidos por destilación se logran tras cocción de frutas o bayas, evaporación y condensación de los vapores alcohólicos a través de un serpentín refrigerado. El grado alcohólico suele alcanzar un 30–50%.

El alcohol etílico se absorbe rápidamente en el estómago e intestino porque no necesita digestión, por lo que alcanza niveles en sangre en pocos minutos, produciendo una acción euforizante cerebral para luego recaer en sensación de cansancio o apatía, laxitud, bajo rendimiento y fomento de sobrepeso.
El hígado, sin estar destinado a esa empresa, es el órgano con trabajo extra para neutralizar el efecto tóxico del alcohol, desde un esfuerzo imperceptible y de poca consideración hasta poder llegar a producir efectos pronunciados en el buen funcionamiento metabólico y hormonal.
No se debe descuidar el control de bebidas alcohólicas, las cuales pueden ser permisibles pero nunca aconsejables como consumo habitual.
El refugiarse en ellas cuando existe una preocupación o un problema es un error notable y de consecuencias graves físicas y psíquicas. Si has tenido o tienes ese hábito, no te agobies ni te recrimines. Por el contrario, busca ayuda en personas amigas o profesionales médicos.