El impacto del consumo de alcohol en relación con la ganancia de peso varía en función de la cantidad ingerida: mientras que los bebedores moderados tienen menos posibilidades de tener sobrepeso o ser obesos, los consumidores habituales tienen una mayor tendencia a engordar. Ésta es la conclusión de un estudio realizado por la Clínica Mayo de Rochester (Estados Unidos), en el que participaron más 8.000 personas y que permitió establecer la frontera que cambia el efecto hacia el aumento del peso corporal en el equivalente a cinco copas de vino semanales, una dosis que, por otra parte, está considerada como cardiosaludable.
Otro estudio, realizado durante nueve años en más de 250.000 personas de diferentes países europeos, aporta datos concluyentes que permiten afirmar que el consumo de alcohol a lo largo de la vida produce la acumulación de grasa abdominal y, como consecuencia, un aumento del perímetro de la cintura y, especialmente en los hombres del índice de masa corporal (IMC).
Pero estos datos deben de ser matizados en función del tipo y la cantidad de alcohol que se ingiere. Mientras una copa de vino o una caña al día (alcohol de fermentación) puede ser incluso recomendable para la salud cardiovascular, una cantidad mayor invierte el impacto sobre el organismo humano, ocasionando un aumento de la testosterona y de los niveles de cortisol en sangre, lo que favorece el almacenamiento de grasa, especialmente en la zona abdominal.
Hay que tener en cuenta que con cada gramo de alcohol se consumen 7 kilocalorías, a las que debe considerar como calorías vacías, ya que no son aprovechadas por el organismo.

La cerveza y el vino son los que aportan menor cantidad de alcohol y su proceso de fabricación aporta otras características beneficiosas (por ejemplo, antioxidantes en el vino), pero el balance beneficio-riesgo se invierte en caso de superar la dosis indicada con anterioridad. No sucede lo mismo con el alcohol destilado, cuya elevada graduación favorece aún más la acumulación de grasa, especialmente en la zona abdominal, y afecta negativamente a diferentes órganos, y de forma específica al hígado; motivos suficientes para evitar totalmente su consumo.
La cantidad es el otro parámetro a tener en cuenta en la relación que guarda el consumo de alcohol con la ganancia de peso. Hay que tener en cuenta que en términos generales el consumo de alcohol induce un aumento del apetito, lo que lleva a incrementar el consumo de calorías y a romper de forma desfavorable el balance energético del organismo, ya que las calorías que no se consumen se almacenan en forma de grasa.
No obstante, hay que señalar que las personas alcohólicas tienden a presentar una delgadez que incluso llega a ser extrema. Pero en este caso la causa es que tienden a saltarse comidas y, por tanto a alimentarse de forma insuficiente.
Mejor vino que cerveza
En tanto que el consumo de vino o cerveza se mantenga dentro de los límites considerados como saludables todo va bien. Sin embargo, hay que señalar que cuando éstos se sobrepasan la cerveza es más nociva que el vino, tanto en relación al aumento de peso como a los riesgos que conlleva el consumo de alcohol en general. El consumo habitual de cerveza incrementa estos riesgos en un 75%, frente al 25% del vino.