Un informe del Fondo Internacional para la Investigación del Cáncer publicado en 1997 estima que un cambio en la dieta podría reducir la incidencia global de cáncer entre un 30 y un 40%. Las dietas hipercalóricas o las ricas en grasa y proteínas parecen ser las más peligrosas. También lo son algunas formas de cocinar los alimentos. Por el contrario, la fibra, vitaminas y algunos minerales parecen actúar como protectores frente al cáncer.
Se ha comprobado que el exceso de grasas en la dieta desempeña un papel importante como carcinógeno, ya que éstas actúan sobre el metabolismo celular, producen cambios en los receptores hormonales y modifican las sustancias químicas intracelulares. También las dietas hipercalóricas pueden tener una relación causal con el cáncer, especialmente con el de mama, colon, recto, útero y riñón. Tanto es así que recientemente se ha demostrado que las personas obesas tienen un mayor riesgo de desarrollar un cáncer.
Asimismo, la forma de cocinar y conservar los alimentos puede aumentar el riesgo de cáncer. Cuando los alimentos se cocinar directamente en contacto con el fuego de leña o carbón -barbacoa, parrilla, hornos de leña, etc.- se producen en su superficie unos compuestos, hidrocarburos aromáticos policíclicos, que proceden de la combustión incompleta de la materia orgánica y que resultan altamente tóxicos. También ahumar o poner en salazón los alimentos para su conservación puede favorecer la aparición de un cáncer.
Por el contrario, hay una gran variedad de alimentos que pueden proteger del cáncer. Entre ellos figuran los cereales integrales, frutas y verduras frescas. Sus componentes actúan como protectores:
- Fibras.
- Vitaminas.
- Minerales.
- Agentes fitoquímicos (sustancias químicas vegetales).
