Cómo bañar a una persona con alzhéimer sin que se altere

21/05/2025
bañar a una persona con alzheimer

El primer paso es conocer los gustos del paciente con el fin de poder adaptarnos a sus preferencias

Bañar a un enfermo con alzhéimer o con otro tipo de demencia suele ser un momento difícil. Para llevarlo a cabo, lo más importante es conocer al paciente, adaptarse a sus gustos, ser flexible y no imponerle nada. En este artículo compartimos las recomendaciones de los expertos y el conocimiento adquirido por nuestros profesionales durante años de experiencia.

Irene teme el momento en que cada mañana tiene que bañar a su padre. Ha intentado todo, pero no hay manera, cuando intenta lavarle, se resiste, y como todavía tiene mucha fuerza, lo tiene que dejar por imposible. Un poco desesperada, acudió al servicio En casa contigo. Juan Luis Vera, psicólogo del Centro Residencial Sanitas Carabanchel, se encargó de asesorarla.

Su padre, Manuel, un hombre de 80 años, afectado de alzhéimer, que siempre ha practicado deporte y ha trabajado toda su vida, ahora depende de ella para todo.

A medida que la enfermedad ha ido avanzando, Manuel ha ido aceptando su nueva situación, pero la ducha se ha convertido en un campo de batalla, al que Irene no sabe cómo enfrentarse.

“Lo primero que hay que hacer es intentar entender dónde está el origen de la alteración. Por qué Manuel no quiere ducharse” afirma Juan Luis Vera.

Una vez que entendimos lo que le pasaba a Alfonso, fue más fácil encontrar soluciones. Para ello, teníamos que crear un ambiente agradable.

  • Usar un pequeño calefactor para caldear la temperatura. No da lo mismo entrar en un baño en el que hace calor que en uno en el que tienes frío.
  • Poner música que le gustaba. Le ponía sus canciones favoritas y se lo llevaba bailando al baño.
  • Darle un bañador para que no le diese vergüenza el momento de la ducha.

El caso de Manuel es bastante frecuente entre las personas con demencia. El baño es una de las actividades que más resistencia provoca.

Recomendaciones para bañar a una persona con alzhéimer

Paul Raia, un experto especializado en el campo de la Gerontología y la Psicología, que trabaja en la Asociación de Alzhéimer de Massachusetts, nos da las siguientes recomendaciones:

Ganarse la confianza del paciente. Para ello, propone pasar cinco minutos hablando con él antes de intentar comenzar con la higiene.

Evitar preguntarle si le gustaría tomar un baño. Porque, probablemente, su respuesta sea no. En cambio, sugiere que el cuidador utilice la técnica de compartir con el paciente instrucciones sencillas, como “ven conmigo”, “desabróchate la camisa”, “saca un brazo”, “ahora, saca el otro brazo”.

Tratar de bañar a la persona cuando se encuentra más tranquila y cooperadora. Analizar su comportamiento a lo largo del día y observar qué momento es el más adecuado.

No verter el agua ni sobre los ojos ni sobre el resto del rostro porque les puede asustar. Es mejor lavar el pelo y la cara en otro momento, una vez que el baño haya finalizado.

Comenzar a duchar al paciente por los pies e ir subiendo, poco a poco, parándose en el cuello.

El caso de Tom y por qué este paciente con alzhéimer no se dejaba bañar

En el artículo Habilitation Therapy in Dementia Care, publicado en Age in Action, Raia analiza el caso de Tom, un paciente de alzhéimer, de 53 años, que se mostraba agresivo cada vez que le intentaban duchar por la mañana.

Siguiendo los principios de la Terapia de habilitación, el caso se abordó de modo que el paciente no generara ninguna emoción negativa hacia el baño. Para ello, lo primero que hicieron fue hablar con la familia con el fin de averiguar qué actividades le calmaban, y descubrieron que los masajes, los coches deportivos de color azul y la música de los Beach Boys lo lograban.

El siguiente paso fue desarrollar una estrategia que incluyera estos elementos. Para respetar la intimidad de Tom, solo una auxiliar se encargaría de su aseo.

Por la mañana, ella se ocuparía de hablar con él durante cinco minutos. Luego le daría un masaje para conseguir relajarle. Después, le pediría que la acompañara. De camino a la ducha, las paredes se decoraron con fotos de coches deportivos de color azul.

El baño estaba bien iluminado y con una temperatura agradable. Y como música de fondo se escuchaba a los Beach Boys. Mientras cantaba con el paciente, la auxiliar le iba desvistiendo. Para respetar su intimidad, le cubrió con un albornoz. Otra opción, es dejar a la persona que se ponga un bañador mientras se lava.

Una vez en la ducha, comenzaba a lavarle por los pies con la ducha de teléfono e iba subiendo progresivamente hasta que llegaba al cuello, donde paraba. Siguiendo esta estrategia, la ducha dejó de ser un momento conflictivo. De hecho, ahora, asear a Tom no lleva más de cinco minutos.

Para poder implementar la Terapia de habilitación, cuyo principio es lograr que el paciente tenga un estado emocional positivo, es preciso que el cuidador se ponga en la piel del paciente y que intente averiguar cómo se siente.

Este actitud supone que el comportamiento de la persona no se puede cambiar directamente, sino de manera indirecta. Es decir, alterando el ambiente que rodea a la persona o cambiando la forma en que nos aproximamos a él.

Los comportamientos difíciles que muestran las personas con alzhéimer suelen ser el modo que utilizan para defenderse. Es la manera que tienen de compensar la confusión o el miedo que les produce un mundo que no reconocen. No saben dónde están ni identifican a las personas que les rodean, y eso les asusta, como nos pasaría a todos.

Hay que interpretar su actitud como el modo que tienen de comunicarse con nosotros. Algunas veces, el origen de ese comportamiento puede ser fácil de interpretar porque se debe a causas externas que podemos identificar. Pero, en otras, los desencadenantes son más difíciles de descubrir porque pueden ser provocados por razones internas, como delirios, alucinaciones o paranoia. O pueden deberse a causas de tipo físico, como dolor, hambre, deshidratación, infecciones, estreñimiento, fiebre o falta de sueño.

¿Qué les ocurre a los cerebros de Manuel y de Tom para que no sean capaces de bañarse?

Las personas con alzhéimer pueden tener problemas para recordar qué pasos tienen que dar para lavarse, incluso, pueden tener dificultades para identificar sus propias partes del cuerpo.

Dependiendo del avance de la enfermedad, el paciente puede necesitar que un cuidador le vaya recordando lo que tiene que hacer. Esto puede deberse a que el alzhéimer esté afectando a las funciones ejecutivas, que permiten la planificación, la toma de decisiones y la supervisión de las tareas.

Estas habilidades son muy importantes para poder dividir las actividades en secuencias, como abrir los grifos e ir ajustando la temperatura del agua.

El paciente puede tener problemas para coordinar los movimientos y meterse en la bañera. En esos momentos, puede necesitar que un cuidador le proporcione ayuda física.

También puede contar con limitaciones perceptivas. Este déficit se refiere, principalmente, a tener dificultades con la percepción visual. Estos problemas le llevan a no poder identificar (agnosia) correctamente lo que ve. Puede no poder reconocer o diferenciar los objetos y los colores. Por eso, quizá no identifique los grifos y ni sepa a qué color corresponde al agua caliente o fría.

La enfermedad puede haber alterado su memoria, lo que le impide recordar qué debe hacer para abrirlos o para regular la temperatura del agua.

El paciente puede tener alterada la percepción sensorial y puede no sentir los cambios de temperatura. Este déficit aumenta su riesgo de sufrir quemaduras.

Puede olvidar cerrar el grifo porque le falla la memoria o por falta de atención.

Si presenta signos extrapiramidales (alteraciones motoras) como rigidez muscular, lentitud en los movimientos, temblores o trastornos en la marcha, tendrá problemas para agarrar y girar el grifo o para meterse en la bañera.

La alteración visual puede provocar que la persona tenga problemas para acceder al cuarto de baño. Si necesite una silla de ruedas, además, puede tener dificultades porque el lugar no esté adaptado.

  • Lavarse las manos también puede resultarle muy difícil. La alteración de su función visuoespacial le lleva a no saber calcular la distancia a la que se encuentra el agua, eso le impide colocar las manos debajo del grifo.

Puede que por sus problemas de memoria no recuerde qué tiene que hacer o por sus dificultades para coordinar los movimientos (apraxia) no pueda hacer todo lo que conlleva lavarse las manos. Tampoco sabrá qué elementos necesita para hacerlo y puede que no reconozca las partes de su propio cuerpo (asomatognosia).

Si tiene las funciones ejecutivas afectadas, no podrá secuenciar los pasos que necesita para lavarse: echarse el jabón, enjabonarse, aclararse, secarse las manos. Y los signos extrapiramidales le impedirán lavarse bien, secarse correctamente entre los dedos o coger la toalla.

  • Acceder a la bañera o a la ducha. La alteración de su función visuoespacial le impide darse cuenta de la profundidad de la bañera y de su altura. Si tiene problemas para coordinar los movimientos (apraxia), aunque sepa que está en el baño, reconozca la ducha y entienda las indicaciones que le da el cuidador y no tenga problemas para moverse, su falta de coordinación le impedirá meterse en la bañera.

Si cuenta con signos extrapiramidales, sus dificultades motoras le impedirán hacerlo y tendrá un riesgo mayor de sufrir una caída.

  • Lavarse la parte inferior del cuerpo. Las alteraciones en su función visuoespacial le impiden identificar y localizar qué elementos necesita para realizar esta acción.

Sus problemas de memoria le impedirán saber qué tiene que hacer, sus dificultades de coordinación no le permitirán ejecutar los movimientos (apraxia) aunque comprenda las indicaciones que le puede estar dando el cuidador y no tenga alteraciones motoras. Puede, incluso, que no reconozca las partes de su cuerpo.

Si posee alteraciones en el lenguaje no va a poder expresar los elementos que necesite. Si la enfermedad ha afectado a las funciones ejecutivas no sabrá como secuenciar las acciones: coger la esponja, coger el jabón, echarse el jabón, dejar el jabón, extender el jabón sobre su cuerpo y, finalmente, aclararse.

Si tiene signos extrapiramidales y una alteración de la postura es posible que no pueda alcanzar algunas partes de su cuerpo, ni coger correctamente el jabón y la esponja. También sufrirá un mayor riesgo de sufrir una caída.

  • Lavarse la parte superior del cuerpo. Además de poder contar con las mismas limitaciones que en el punto anterior, la persona puede reaccionar agresivamente porque siente que no se respeta su intimidad (alteraciones de conducta).

Si la persona presenta síntomas psicóticos, puede rechazar que otras personas intenten ayudarla porque cree que lo que realmente persiguen es hacerla daño.

Si se muestra desinhibida, puede quitarse la ropa en cualquier lugar sin esperar a estar en el baño.

Hay otras actividades que se realizan en el cuarto de baño que también pueden resultar muy difíciles para una persona con alzhéimer.

  • Peinarse: La persona puede tener problemas para reconocer los elementos que necesita: peine, cepillo, horquillas… O puede tener dificultades para reconocer partes de su propio cuerpo.

Los signos extrapiramidales pueden dificultar el recorrido que tiene que hacer con el brazo para peinarse. En el caso de que no tenga problemas motores, puede tener dificultades para coordinar sus movimientos. También puede que no recuerde qué tiene que hacer para peinarse por sus problemas de memoria o que ya no reconozca el peine o el cepillo.

Si tiene alteradas sus funciones ejecutivas, puede que no sepa iniciar esta actividad o cómo dejar de hacerla.

  • Cortarse las uñas. Las alteraciones de la función visuoespacial harán que la persona no sepa diferenciar la uña del resto del dedo, lo que provocará que tenga un alto riesgo de cortarse. Puede que no recuerde con se utilizan las tijeras o un cortaúñas.  Puede tener problemas para coordinar los movimientos y ese déficit le impida utilizar estos elementos. Puede que no los reconozca o que, incluso, no identifique sus propias manos.

Las alteraciones de su función ejecutiva puede que le lleven a no saber planificar los pasos que tiene que dar para llevar a cabo esa acción. Y los problemas originados por sus signos extrapiramidales que le impidan sujetar correctamente estos elementos y que tenga un riesgo muy alto de lesionarse.

Los trucos de Nazareth, nuestra supervisora

Nazareth lleva más de 18 años ocupándose de pacientes con demencia en el centro residencial que Sanitas tiene en Alcalá de Henares. Ella también ha tenido que desarrollar sus propias habilidades para poder llevar a cabo su trabajo.

“A mí me gusta hablarles. Llego por la mañana, subo la persiana y les comienzo a contar historias. Aunque no me contesten, aunque hayan perdido la capacidad de comunicarse, yo les hablo. Y, poco a poco, con paciencia, me los voy ganando”.

Se guía por una máxima: adaptarse a lo que el paciente quiera. “Nunca hay que hacer nada por la fuerza. Si el paciente dice “no”, tienes que respetar ese no. Porque un día no le asees no pasa nada. O si tienes que hacerlo peor, no hay que agobiarse, ya lo harás mejor en otra ocasión”.

Nazareth cree que hay que asearles en el momento del día en que se encuentran más tranquilos. “Si ves que por la tarde está más colaborador, pues inténtalo por la tarde. Luego, cuando te hayas ganado su confianza, ya podrás cambiar la hora”, señala.

También es partidaria de que el paciente participe. “Si puede, es mejor que les dejes hacer algo. Por ejemplo, a Mercedes, una de las residentes, le doy la esponja y la voy dirigiendo. Le digo: venga Mercedes, tú por arriba y yo por abajo. Y ella lo hace. Todo lo que todavía pueda hacer el paciente, hay que potenciarlo”.

A Luis, un ex profesor con un alzhéimer en fase avanzada, que permanece en cama la mayor parte del día, le gusta que le hablen. Por la mañana, cuando Nazareth entra en su habitación lo hace con voz suave, con cariño, para que se vaya despejando poco a poco. Le habla despacito, dándole pistas para que sepa quién es ella.

También le gusta mirarle a los ojos para hacerle sentir importante, para que perciba que es el centro de toda su atención.

Poco a poco, Luis se va haciendo a la situación. Luego, Nazareth comienza a cantarle su canción favorita, “Mediterráneo”, y antes de llegar al verso “Y ¿qué le voy a hacer? Si yo nací en el Mediterráneo”, ya le está lavando. Y Luis, tranquilo, se deja de hacer.

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Referencias

-Guía de orientación en la práctica profesional de la valoración reglamentaria de la situación de dependencia en personas con enfermedad de alzhéimer y otras demencias.

Sanitas - Bupa

SANITAS

Este contenido ha sido escrito por médicos especializados de los centros y Hospitales de Sanitas.

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