El desarrollo de la demencia conlleva complicaciones que afectan a todos los órdenes de la vida del paciente, pues el agravamiento del deterioro cognitivo puede causar trastornos que tienen un impacto directo sobre la salud.
Una de las complicaciones más importantes que surge con el avance de la demencia es que se refiere a la alimentación. Por un lado, es frecuente que estas personas dejen de comer y beber o al menos reduzcan la cantidad de alimentos y líquidos ingeridos, pues dejan de tener la sensación de hambre. Si no reciben los cuidados necesarios para asegurar su alimentación pueden sufrir desnutrición y deshidratación.
Asimismo, la demencia puede hacer que quienes la padecen pierdan el control de los músculos que se utilizan para masticar y tragar, por lo que existe un riesgo importante de que se atraganten o se produzca la aspiración de alimentos hacia los pulmones, pudiendo impedir la respiración.

Otro de los problemas habituales de las personas con demencia moderada radica en el hecho de que la pérdida de memoria puede llevarlas a olvidar tomar la medicación para el tratamiento de otras enfermedades e incluso modificar la dosis, lo que supone un claro riesgo para la salud.
Pero a medida que avanza la demencia las complicaciones más importantes se refieren a la salud emocional y al comportamiento. El no poder realizar las tareas más sencillas, como vestirse o asearse, los problemas en la comunicación, el retraimiento, y la creciente dependencia de otras personas pueden genera en quienes padecen demencia depresión, ansiedad, agresividad y frustración.
No obstante, estas complicaciones pueden deberse también al deterioro físico del cerebro, que causa otras más:
- Aislamiento.
- Desorientación.
- Desinhibición.
- Delirios.
- Alucinaciones e incluso crisis psicóticas.
Otras complicaciones de la demencia son los trastornos del sueño, como el insomnio, la apnea del sueño o la alteración de los momentos de sueño y vigilia, de modo que duerma de día y se esté despierto durante la noche.
Finalmente, la falta de conciencia de riesgo propia de las personas con demencia plantea un problema permanente de seguridad, tanto en la calle como en casa, que supone un verdadero quebradero de cabeza para quienes se ocupan de cuidar al paciente.