La próstata es una parte del aparto genitourinario masculino, cuya función más importante es la de producir parte del líquido seminal. Sin embargo, es más conocida por el hecho de que en la gran mayoría de los hombres que superan los 80 años sufrirá un agradamiento en tamaño y grosor –lo que se conoce como hiperplasia benigna de próstata– y porque conforme aumenta la edad existe un mayor riesgo de que se vea afectada por un proceso canceroso. Pero, además de ello, y éstos puede suceder a cualquier edad, también puede verse afectada por infecciones y trastornos inflamatorios.
En cuanto se refiere al cáncer y la hiperplasia benigna de próstata, más que de prevención cabe hablar de diagnóstico precoz, ya que en el primer caso se desconoce qué es lo que origina el desarrollo del tumor. En el segundo es un proceso inherente al envejecimiento masculino de origen hormonal para el que la única recomendación preventiva siempre es la de llevar una vida saludable, sin que haya podido ser demostrado el efecto beneficioso a tal fin de una alimentación equilibrada –dicen que rica en antioxidantes–, la práctica regular de ejercicio físico, no fumar y no consumir alcohol u otras drogas.
En cualquier caso, lo que sí se recomienda, y pocos varones cumplen, es una revisión periódica a partir de los 45 años en la que se incluya una analítica de sangre para determinar el PSA y un tacto rectal. De este modo, el desarrollo de cualquiera de estas dos patologías se podrá detectar en su fase inicial y el tratamiento tendrá mayores opciones de ser curativo, especialmente en lo que respecta al cáncer.

La prostatitis sí se puede prevenir
Otra de las patologías frecuentes de la próstata es la prostatitis, que se caracteriza por la inflamación de esta glándula y que puede estar asociada o no a un proceso infeccioso de origen bacteriano. Este tipo de afección puede ocurrir a cualquier edad, especialmente en hombres sexualmente activos, ya que el riesgo de infección aumenta si se tienen diferentes parejas sexuales. Pero también puede asociarse a una infección de las vías urinarias. Los síntomas suelen ser miccionales (molestias al orinar) y puede acompañarse de fiebre o de presencia de sangre en el semen.
En este caso sí cabe la adopción de medidas preventivas que resultan eficaces. La más importante es la del uso del preservativo cuando se tienen diferentes parejas sexuales, con el fin de evitar las enfermedades de transmisión sexual y las infecciones urinarias.
Algunos estudios recientes parecen indicar que una actividad sexual regular (independiente de que sea mediante el coito o la masturbación) puede ayudar a prevenir las infecciones del tracto urogenital, ya que permite la evacuación continuada del líquido seminal almacenado en la próstata, evitando la colonización bacteriana.
Asimismo, la higiene es fundamental: hay que lavarse las manos antes y después de orinar (no hay que olvidar que en las manos se produce un gran acúmulo de gérmenes por la actividad diaria).
También se habla mucho de la dieta como factor protector frente a las prostatitis, mediante la inclusión en la dieta de antioxidantes y reduciendo al máximo la ingesta de grasas polisaturadas. Sin embargo, en la actualidad no se dispone de estudios que lo corroboren, salvo en lo que se refiere al consumo de frutos rojos (arándanos, especialmente) para prevenir las infecciones del tracto urinario, que es un factor de riesgo significativo de sufrir una inflamación de la próstata.