La sensibilidad dental se manifiesta con un dolor intenso, de corta duración, asociado a la exposición de la dentina, en respuesta al frío, el calor e incluso el tacto. Suele ser un síntoma asociado a procesos como:
- Caries dental.
- Restauraciones mal ajustadas.
- Fisuras.
- Traumatismos dentarios.
- Recesión gingival.
- Pérdida del esmalte dental, etc.
En ocasiones pueden superponer varios de estos factores. Por otra parte, puede hablarse de comportamientos o grupos de riesgo, como el de las personas que realizan un cepillado excesivamente vigoroso de los dientes, que han sido sometidas a un tratamiento periodontal, con maloclusiones severas, o que presentan trastornos de la conducta alimentaria.
Para que se produzca la sensibilidad dental es necesario que la dentina esté expuesta, lo que implica que los túbulos dentarios están abiertos y por tanto también el acceso a las terminaciones nerviosas que ha en la pulpa.
El tratamiento empieza con la eliminación de los factores que pueden atacar el esmalte y exponer la dentina: bebidas carbonatadas o ácidas, vino, yogur y otros alimentos, así como el tratamiento de patologías que impliquen la existencia reflujo gastroesofágico. También utilizar cepillos adecuados a la salud dental de cada persona, no realizar la limpieza con fuerza y evitar el uso de productos abrasivos para la misma.
Además, existen en el mercado productos desensibilizantes que permiten sellar los túbulos. Entre ellos destacan algunas pastas de dientes o dentríficos, que son fáciles de aplicar y han demostrado su eficacia. No obstante, si con estos productos no se obtienen los resultados deseables en un tiempo de tres o cuatro semanas, será necesario visitar al odontólogo para que establezca la causa de la sensibilidad dental y determine el tratamiento más adecuado a cada caso.
Según un estudio realizado en la Universidad de Bristol (Reino Unido), aproximadamente el 50% de la población tiene o ha tenido sensibilidad dental y que sólo el 5-10% recurre al odontólogo.