Los ortodoncistas recomiendan que los niños empiecen a realizarse una revisión anual de los dientes a partir de los 7 u 8 años. A esta edad los dientes incisivos superiores e inferiores ya son los definitivos o están erupcionando, por lo que será sencillo realizar un diagnóstico precoz de posibles alteraciones del crecimiento óseo.
De ser así, puede bastar una sencilla intervención para evitar tratamientos de ortodoncia más complejos o una futura cirugía ortognática. Es ésta la razón de que se considere que la infancia es el momento de actuar y prevenir los problemas de mala oclusión dental.
No obstante, se puede llevar al niño al odontopediatra a partir de los 3 años con el fin de que vigile el crecimiento de los dientes y, si lo considera necesario, derivarlo al ortodoncista, pues algunas alteraciones dentales es mejor corregirlas antes de que se produzca el cambio de los dientes de leche por los definitivos.
La ortodoncia infantil es más eficaz que a otras edades, especialmente en el momento del denominado estirón, un período de aproximadamente nueve meses en el que el niño crece rápidamente y cuyo inicio el ortodoncista puede predecir midiendo la edad ósea mediante la realización de una radiografía de la zona cervical.
Durante esta etapa del desarrollo del niño es frecuente, por ejemplo, que algunos dientes de leche sean sustituidos por otros más pequeños, de tal modo que dejen espacios abiertos entre ellos. La ortodoncia en este momento será muy eficaz.
El tipo de aparato que se utilice para la ortodoncia infantil, dependerá de la edad del niño. A los siete años se puede iniciar la ortodoncia con aparatos removibles, de poner y quitar, fabricados con materiales acrílicos que se fijan a los molares mediante unos pequeños ganchos. Con ellos se pueden corregir problemas como la mordida cruzada posterior o el estrechamiento posterior. Deben utilizarse un mínimo de 4 a 6 horas diarias, además de por la noche, si bien cuanto mayor sea el tiempo que lo lleve puesto más rápida será la corrección.
Los aparatos fijos o brackets están indicados cuando ha concluido la sustitución de todos los dientes temporales (de leche) y se utilizan para controlar el deplazamiento de los dientes hasta lograr una oclusión perfecta. Los que más se usan son los fabricados con metales, aunque también pueden hacer con materiales cerámicos. Además de la cuestión estética, la única diferencia con los metálicos es el precio, algo superior.