Los expertos estiman que uno de cada cinco adolescentes o jóvenes presenta en algún momento un cuadro depresivo de mayor o menor gravedad, lo que no hay que confundir con estados de tristeza, melancolía u desánimo, que suelen corresponder a situaciones puntuales y transitorias.
Hay diferentes factores que pueden contribuir a que un joven desarrolle una depresión. Entre ellos destaca la existencia de antecedentes familiares de esta enfermedad, el haber sufrido algún tipo de acontecimiento traumático durante la infancia (muerte de un familiar, abusos sexuales, abandono familiar, etc.), hechos acontecidos en el presente (separación o divorcio de los padres, desestructuración da la familia, malos tratos, acoso escolar, etc.) o lo que se conoce como pensamiento negativo aprendido, lo que supone haber crecido sin desarrollar lo que podría llamarse un pensamiento sano, es decir, sintiéndose impotente de controlar y reaccionar adecuadamente ante los acontecimientos de la vida cotidiana.
No obstante también hay factores biológicos que pueden condicionar la aparición de una depresión durante la juventud, como un desequilibrio es la producción de determinados neurotransmisores o los cambios hormonales que se producen durante la pubertad y en las chicas a partir de ellas con las alteraciones de la menstruación. De hecho, las adolescentes son más propensas a sufrir una depresión que los chicos.
Síntomas
No es fácil que los padres lleguen a detectar que sus hijos padecen una depresión, ya sea porque pasan poco tiempo con ellos o porque desconocen los posibles síntomas y muchas veces achacan algunos de ellos al epígrafe de “cosas de la edad”. Sin embargo hay signos claros que se dan de un modo coincidente deben despertar la alarma e inducir la sospecha:
- Es muy crítico consigo mismos y da muestras de tener una baja autoestima.
- Apenas se relaciona con chicos o chicas de su misma edad.
- Se muestra irritable, con cambios de humor repentino.
- Es muy susceptible a las críticas.
- Se queja frecuentemente de dolores de cabeza o estómago y otros problemas físicos.
- Se siente habitualmente cansado.
- Se comporta de forma retraída tanto con sus amigos como en casa, donde tiende a permanecer en su habitación y aislarse y deja de realizar aquellas actividades que más le gustan.
- Parece triste.
- No muestra interés por nada.
- Tiene problemas de sueño, porque duerme en exceso o demasiado poco.
- Manifiesta frecuentemente pérdida del apetito o un aumento del mismo (ansiedad).
- Parece agitado y nervioso.
- Llora sin motivos aparentes o ante situaciones sin importancia.
- Tiene dificultad para concentrarse y baja su rendimiento escolar.
- Comienza a beber o consumir drogas.
La suma de varios de estos signos deben inducir la sospecha de un posible cuadro de depresión juvenil, si bien hay que tener en cuenta que muchos de estos síntomas pueden estar relacionados con otro tipo de trastornos psicológicos, como hiperactividad, trastorno bipolar, etc. Lo importante en todo caso es consultar con el médico de cabecera o un especialista cuando se den varios de estos síntomas de forma recurrente.
Tratamiento
Cuanto antes se diagnostique la depresión juvenil más sencillo será el tratamiento y menores las complicaciones, que pueden llevar incluso al desarrollo de tendencias suicidas. En los casos leves el cuadro depresivo puede ser tratado simplemente con psicoterapia. El ejercicio físico regular tiene un efecto muy positivo sobre la depresión sea cual sea su gravedad, aunque en estados más avanzados puede ser necesario el tratamiento farmacológico y un seguimiento estrecho en el centro de salud mental. También es importante el apoyo familiar para que los jóvenes puedan superar una depresión, tanto en lo que respecta a la adopción de medidas de vigilancia como a mostrar su apoyo incondicional y tratar de compartir actividades con ellos. Habrá que valorar la necesidad de informar a sus profesores.