La dispraxia es trastorno psicomotriz que se da en la infancia y hace que los movimientos que requieren la movilización y coordinación de varios grupos musculares (atarse los cordones, montar en bicicleta, escribir, etc) el niño los lleve a cabo con lentitud, torpeza y dificultad, incluso si son sencillos. De ahí que también se denomine a este trastorno el síndrome del niño torpe, afectando al 2-5% de los niños.
Sin embargo, no se tarta de un problema muscular o anatómico, sino de la incapacidad de planificar y secuenciar los movimientos simples necesarios para realizar otro de mayor complejidad. Pero ello no supone tampoco que se asocie a una capacidad intelectual disminuida. De hecho estos niños suelen tener una inteligencia normal. En ocasiones puede coexistir con otro tipo de trastornos asociados al comportamiento, como es el caso del TDAH.
Los primeros síntomas de este trastorno pueden iniciarse tras cumplir el primer año de vida y hacerse progresivamente más evidentes, especialmente a partir de los cinco años y hasta los once.
Cabe diferenciar diferentes tipos de dispraxia:
- Ideomotora: hay una desconexión entre el momento en que se piensa, por ejemplo, coger un objeto y el de hacerlo.
- Ideatoria: se altera la sucesión de actos sencillos que permiten la realización de uno más complejo, como atarse los cordones de los zapatos.
- Oromotora: los músculos afectados en este caso son los de la fonación, por lo que puede verse afectado el habla.
- Constructiva: es la dificultad de relacionar los movimientos de diferentes objetos, como colocar un objeto encima de otro.
Causas de la dispraxia
No se conocen con precisión las causas de este trastorno psicomotriz, si bien en la actualidad se relaciona con un problema de inmadurez en el desarrollo neuronal o lesiones sufridas en las etapas iniciales de formación del tejido nervioso a consecuencia de un parto prematuro, o que éste haya sido traumático y asociado a sufrimiento fetal, o que el consumo de alcohol, tabaco o drogas por parte de la madre durante el embarazo hayan podido afectar al feto.
Por otra parte, los antecedentes familiares de este síndrome pueden ser un factor de riesgo determinante.
Tratamiento de la dispraxia
El síndrome del niño torpe suele diagnosticarse en los controles rutinarios con el pediatra, ya que éste aplica sistemática una batería de test y pruebas específicas que facilitan su diagnóstico. No obstante, antes de indicar cuáles son las pautas de tratamiento de este trastorno psicomotriz, hay que decir que su pronóstico es por lo general bueno y que los pacientes cuando sean adultos no tendrán problemas para desarrollar una vida normal.
En cualquier caso, el abordaje terapéutico de la dispraxia es necesariamente multidisciplinar, ya que debe incluir fisioterapia, rehabilitación logopédica y neuropsicología (ésta última sólo en el caso de dispraxias ideatorias).
El abordaje del problema suele ser multidisciplinar. Así, los trastornos motores serán tratados por fisioterapeutas, los logopedas se encargarán de los trastornos del habla y los neuropsicólogos de las apraxias ideatorias.
Si hay afectación en el área emocional la terapia ayudará al niño afrontar situaciones de estrés y a desarrollar habilidades sociales. La implicación de los padres es fundamental para que estas terapias de apoyo se realicen también en casa y fomentar la autoestima del niño.