Está arraigada entre la población la creencia de que los niños no deberían utilizar lentillas hasta cumplir los 13-14 años. Sin embargo, no existen estudios científicos que avalen esta afirmación o que demuestren que pueden tener problemas añadidos a los que puedan surgir en los adultos usuarios de este método de corrección de los trastornos visuales.
- Cuando nacen con cataratas, para que su visión se desarrolle lo mejor posible.
- Si tienen ambliopía unilateral, es decir, cuando uno de los ojos pierde agudeza visual sin que haya una causa orgánica que lo justifique y que suele ocurrir por falta de estimulación visual en la etapa de desarrollo de la vista.
- En niños que presentan miopía a una edad muy temprana, las lentes de ortoqueratología se utilizan para ralentizar o parar el aumento de la miopía.
- Si presentan astigmatismo medio o elevado, pues es habitual que las gafas no permitan mantener estable el eje de astigmatismo, algo esencial para que puedan ver bien.
- En niños con graduaciones elevadas, independientemente si se trata de miopía o hipermetropía, pues hacen que vean mejor.
- Cuando los niños practican deporte, por la obviedad de evitar que se les rompan las gafas, por ejemplo a consecuencia de un balonazo, y el accidente pueda tener consecuencias mayores (lesiones en el ojo).
Si los niños en estas situaciones específicas pueden y en ocasiones deben utilizar lentillas, ¿por qué no los otros? El único inconveniente para que un niño corrija sus trastornos visuales con lentillas es el periodo de adaptación a ellas y que aprendan a ponérselas, quitárselas y limpiarlas, así como a cumplir con las recomendaciones de uso. Al principio, si son muy pequeños, es posible que tengan que ser los padres los que se las pongan y se las quiten.
- Bajo mantenimiento.
- Facilidad de uso.
- Que faciliten la oxigenación e hidratación del ojo.
- Que el proceso de adaptación sea lo más sencillo posible.