Los ácaros son los alérgenos que con mayor frecuencia causan alergias respiratorias: rinitis y asma. Son artrópodos que no son visibles a simple vista, que no pican ni transmiten enfermedades, pero que encuentran su hábitat natural allí donde hay polvo. Por eso en muchas ocasiones se habla de alergia al polvo. Los ácaros suelen crecer en ambientes con una humedad relativa superior al 70% y a una temperatura aproximada de 25ºC. Se alimentan de residuos orgánicos, sobre todo restos de piel muerta, por lo que se encuentran fundamentalmente en colchones, mantas, almohadas, alfombras, moquetas y muebles tapizados. Su población es especialmente abundante en zonas cálidas y costeras.
Las personas alérgicas a los ácaros deben mantener una serie de medidas preventivas, especialmente en su casa y, a ser posible, en su lugar de trabajo. La primera de ellas es la limpieza, pasando el aspirador todos los días, incluso sobre el colchón los sofás y muebles tapizados, alfombras, cortinas, etc. También hay sistemas y productos de limpieza antiácaros fáciles de encontrar.
Es necesario evitar el exceso de de elementos textiles decorativos o que faciliten la acumulación de polvo en las casas (moquetas, alfombras, libros, revistas, peluches, etc.), ya que favorecen la anidación de los ácaros. Las camas deben cubrirse durante el día con cobertores que impiden la presencia de ácaros y lavar las sábanas y las mantas una vez a la semana en agua caliente. Asimismo, hay que evitar entrar en lugares húmedos y que permanecen habitualmente cerrados (trasteros, bodegas y sótanos).
Finalmente, dado que la humedad y temperatura ambientales pueden favorecer la presencia y el crecimiento de los ácaros, las personas con alergia a estos alérgenos deben la humedad ambiental de la casa a cotas inferiores al 60% y mantener la temperatura interior por debajo de los 22-23 grados.