La rotura fibrilar, también conocida como rotura de fibras musculares o desgarro muscular, es una de las lesiones más comunes tanto en deportistas como en personas que realizan esfuerzos físicos intensos, sin preparación previa. Aunque puede afectar a cualquier parte del cuerpo, la rotura fibrilar en el muslo, sobre todo en isquiotibiales y aductores, es especialmente habitual debido a la intensidad de las cargas y movimientos que reciben los músculos de esta zona.
¿Qué es una rotura fibrilar?
La rotura fibrilar se produce cuando un músculo es sometido a un estiramiento o contracción superior a su capacidad fisiológica, causando una ruptura parcial de las fibras musculares. Esta ruptura puede ser leve, moderada o grave, en función del número de fibras dañadas y la profundidad del desgarro.
La rotura muscular implica la lesión de un segmento muscular con fibras musculares de ambos tipos ( Fibras Tipo I o “ de contracción lenta” y tipo II o “de contracción Rápida”) pero las fibras musculares de tipo II (rápidas), son más propensas a lesionarse ya que son las que se activan en ejercicios explosivos, como sprints, saltos o cambios bruscos de dirección. Por eso, las roturas fibrilares son frecuentes en deportes en donde los esprints y cambios de dirección son parte fundamental del gesto deportivo como son el fútbol, atletismo o tenis entre otros deportes.
Cómo se diferencian de otras lesiones musculares
No debe confundirse una rotura fibrilar con una contractura o con un calambre. La contractura implica un aumento del tono o rigidez muscular por cansancio o fatiga de la musculatura, sin rotura de fibras, mientras que el calambre es una contracción involuntaria y dolorosa pero transitoria. En cambio, en una rotura de fibras hay daño estructural en el músculo, lo que conlleva inflamación y, en algunas ocasiones sangrado (depende del grado de la lesión, ya que no todas las roturas musculares manifiestan un sangrado visible a simple vista). Esta diferencia es clave para aplicar el tratamiento adecuado.
Factores de riesgo y prevención de la rotura fibrilar
La rotura fibrilar, o desgarro muscular, es una lesión que afecta de manera más frecuente a deportistas y personas activas, aunque también puede afectar a individuos sedentarios. Conocer sus factores de riesgo e implementar estrategias de prevención es fundamental para reducir su incidencia y gravedad.
Actividades y condiciones de riesgo
Las causas o factores más propensos para generar una rotura de fibras musculares incluyen movimientos explosivos, elongaciones excesivas, traumatismos directos o la realización de ejercicio sin la preparación deportiva adecuada. También puede presentarse en personas sedentarias que realizan un esfuerzo puntual o movimientos menos intensos pero repetidos en el tiempo, lo que explica por qué no solo los deportistas sufren esta lesión.
En el caso de la rotura de fibras del muslo, actividades como realizar sprints, aceleraciónes y desaceleraciones, realizar saltos y aterrizajes repetitivos o patadas (lanzar la pierna) o cambios de dirección bruscos, incrementan el riesgo de lesión, sobre todo en músculos como los isquiotibiales, cuádriceps, los aductores y gemelos/soleo (tríceps sural).
Otras condiciones que incrementan la probabilidad de una rotura fibrilar incluyen:
- Sedentarismo prolongado, que debilita nuestros músculos y cuerpo en general.
- Enfermedades como la diabetes o disfunciones tiroideas. (Relación débil e indirecta con el origen de las roturas musculares).
- Mala circulación sanguínea, que reduce el aporte de oxígeno al músculo.
- Nutrición insuficiente en proteínas, vitaminas y minerales esenciales para la función muscular.
Estos 2 últimos puntos, afectan más a la recuperación de la propia lesión muscular que a la génesis/origen de la rotura muscular.
Consejos para prevenir las roturas de fibras
La mejor prevención consiste en preparar adecuadamente el cuerpo para la actividad física. Esto incluye un calentamiento progresivo antes del ejercicio (incluyendo movilidad, practica específica del gesto deportivo (Ej: golpeo de balón, lanzamiento de pierna para simular una fase de la carrera, etc…) y trabajo con cargas de forma progresiva) , estiramientos suaves después del esfuerzo (No reducen el riesgo de lesión pero si ayudan a mejorar la sensación de la rigidez post-entrenamiento o competición) y una correcta hidratación. Es esencial mantener una rutina regular de entrenamiento, con fortalecimiento muscular y trabajo de movilidad específico y adaptado al deporte que se practica, junto con un descanso suficiente para permitir la recuperación de los tejidos.
En personas con antecedentes de rotura de fibras en el muslo, el uso de vendajes compresivos o prendas de compresión deportiva pueden ayudar a la percepción y mejora de las sensaciones durante la realización del gesto deportivo, pero no sustituyen un programa de rehabilitación y/o entrenamiento y a la exposición progresiva a las cargas durante el entrenamiento.
Síntomas y diagnóstico de la rotura fibrilar
La rotura fibrilar, o desgarro muscular, es una lesión común que puede afectar a cualquier persona. Identificar sus síntomas a tiempo y obtener un diagnóstico preciso es esencial para un tratamiento adecuado y una recuperación exitosa.
Señales tempranas y cómo identificar la rotura de fibras
El síntoma principal de una rotura fibrilar es un dolor agudo y repentino en el músculo afectado, que suele aparecer durante una actividad concreta. A menudo se describe como una "pedrada" o "latigazo", (Sobre todo en lesión de isquiotibiales y gemelo) sensación que obliga a detenerse inmediatamente, aunque no todas las roturas generan un dolor incapacitante inmediato (se podrá sentir rigidez y dolor progresivo con el paso del tiempo).
En función del grado de lesión, puede haber:
- Hematoma o inflamación visible (Aunque no siempre aparece y puede tardar horas o días en aparecer).
- Dificultad para mover la extremidad o apoyar peso en ella.
- Dolor al tocar o contraer el músculo.
- En casos graves, incluso sensación de hueco o hendidura en la zona lesionada, aunque hay que remarcar que es infrecuente y requiere de un diagnóstico preciso.
Estos síntomas permiten ayudar a distinguir una rotura de fibras musculares de otras dolencias, aunque siempre será necesaria la exploración clínica y pruebas de imagen complementarias para el diagnóstico preciso.
Métodos de diagnóstico médico/fisioterapeuta utilizado:
El diagnóstico clínico se basa en la exploración física por parte de un profesional sanitario. Este diagnóstico se debe de apoyar en una correcta palpación para detectar la localización del dolor, la intensidad del dolor a la contracción resistida y al estiramiento pasivo y la realización de pruebas de fuerza y rango de movimiento para comparar con la otra parte sana. No obstante, para confirmar el alcance de la lesión y descartar complicaciones, se puede recurrir a pruebas de imagen complementarias como la ecografía muscular o la resonancia magnética, que permiten visualizar y evaluar la evolución del tejido dañado y establecer si se trata de una lesión de grado I (leve), grado II (moderada) o grado III (grave).
Tratamiento eficaz para la rotura fibrilar
Un tratamiento adecuado es vital para una recuperación completa y para evitar futuras recaídas.
Rehabilitación y técnicas de recuperación
El protocolo de tratamiento para una rotura muscular se resume en el protocolo PEACE & LOVE.
El apartado PEACE del protocolo hace referencia al tratamiento de la fase aguda de la lesión. Esta parte del protocolo aborda la protección y elevación de la extremidad lesionada. El NO uso de antiinflamatorios (Aunque esto dependerá del juicio clínico por parte del especialista médico) junto con la compresión de la zona y la educación al paciente sobre el proceso de recuperación.
El apartado LOVE del protocolo hace referencia al tratamiento en una fase subaguda. Aquí se trabajaría el comienzo o exposición a las cargas de forma progresiva lo antes posible. Se debe mantener una actitud positiva junto con la vascularización y ejercicio para promover el flujo sanguíneo y la restauración de la movilidad, fuerza y propiocepción.
El uso del frío (aplicaciones en cortos periodos de tiempo de 10-15 minutos repetidos varias veces al día) ayudará al control de los síntomas como el dolor o la inflamación de forma local. Su fisioterapeuta le indicará el momento idóneo para introducir el frio en su tratamiento.
En cuanto a la movilidad, la respuesta a una pregunta frecuente como ¿se puede andar con una rotura fibrilar?: La respuesta es: depende del grado de la lesión. De manera general, no se recomienda un reposo absoluto salvo en lesiones de gravedad (Siempre se optará por un reposo relativo). Lo ideal, es ser evaluado o evaluada lo antes posible y seguir las indicaciones del profesional sanitario para garantizar un trabajo seguro y acorde a nuestra recuperación.
Una vez que el dolor agudo disminuye, se inicia una fase de recuperación activa, con estiramientos controlados, fisioterapia, terapia manual y ejercicios de fortalecimiento progresivo. El calor local también puede emplearse para mejorar y favorecer la vascularización y regeneración del tejido (su profesional sanitario le indicará en qué momento añadirlo y el tiempo y frecuencia de sesión, siendo por lo general un tiempo de 15-20 minutos el tiempo recomendado).
La duración del tratamiento varía según el grado de la rotura. Es importante evitar dar un cronograma rígido al paciente en lo referido a tiempos de recuperación porque puede generar falsas expectativas. Este tiempo de recuperación dependerá de la localización, extensión de la lesión y la respuesta individual al tratamiento, estableciendo una horquilla de tiempo que va desde los 7/14 días en los casos más leves hasta las 12 o más semanas en casos de gravedad.
Recuperación y manejo de la rotura fibrilar
Comprender los pasos clave en este proceso es fundamental para una vuelta segura y efectiva a la actividad física.
Cuándo retomar la actividad física normal tras una rotura de fibras
La reincorporación al ejercicio debe ser gradual y controlada. No se recomienda reanudar la actividad deportiva hasta que se haya recuperado por completo la fuerza, la movilidad y la ausencia de dolor. En el caso de la rotura fibrilar del muslo, la reincorporación precoz sin un proceso de rehabilitación completo puede aumentar el riesgo de recaída.
Durante la fase final de recuperación, el fisioterapeuta puede realizar pruebas funcionales para valorar el estado del músculo y su resistencia a la fatiga. Es fundamental escuchar al cuerpo y sensaciones del paciente, no forzando el retorno a la actividad para evitar un nuevo desgarro.
Además, mantener hábitos de descanso adecuados, alimentación equilibrada y adherencia a las pautas de rehabilitación, son factores que favorecen una recuperación segura y duradera.