En general, puede decirse que el cáncer es el crecimiento descontrolado de células anormales en el organismo. Las células cancerosas también se denominan células malignas. Es una enfermedad que, salvo en aquellos casos en que se hereda una cierta predisposición a padecerla (entre un 5 y un 10%), es una consecuencia del envejecimiento del organismo y su interacción con el medioambiente.
La relación de una persona con el medioambiente -el tabaco, el alcohol, una alimentación inadecuada, el sedentarismo, la exposición al sol, etc.- hace que se vayan produciendo mutaciones en los genes, y que estos no cumplan o lo hagan de forma inadecuada las funciones para las que están programados. No obstante es necesario que se produzcan varias alteraciones genéticas de este tipo para que pueda generarse un cáncer y que éste llegue a desarrollarse. De ahí que a medida que se envejece aumenta la probabilidad de desarrollar un cáncer, puesto que van surgiendo nuevas mutaciones genéticas que se suman a las que ya había.
Todas las células del organismo están programadas para que mueran y puedan ser sustituidas por otras nuevas. Pero cuando se convierten en cancerosas no lo hacen y se acumulan formando un tumor. Éste forma su propio sistema de irrigación sanguínea para alimentarse y en un momento dado las células cancerosas acaban pasando al torrente sanguíneo, migrando a través de él hasta alcanzar otros tejidos y asentarse en ellos dando lugar a lo que se conoce como metástasis. El tumor original se conoce como tumor primario y su ubicación en el organismo humano determina el tipo de cáncer que se padece. Las metástasis se conocen como tumores secundarios.
