La enfermedad crónica e incluso los medicamentos que se utilizan para su tratamiento pueden condicionar negativamente a la vida sexual de quienes las padecen, ya sea porque generan una sintomatología:
- Dolor.
- Cansancio.
- Alteraciones del sueño, etc.
O porque afectan directamente a su sexualidad:
- Disfunción eréctil.
- Pérdida de la líbido.
- Anorgasmia, etc.
La falta de interés por el sexo suele ser una consecuencia frecuente de esta situación.
Es importante que la persona que padece una enfermedad crónica esté muy bien informada acerca de ella y especialmente de cómo puede afectar a su vida. Las asociaciones de pacientes son un buen referente para este fin, entre otras razones porque se relacionará con personas que se encuentran en su misma situación y se pueden compartir experiencias y así encontrar respuestas a situaciones específicas.
Pero lo más importante es la comunicación con la pareja, que ella o él sepan cómo se siente y puedan así ayudarle, cambiando los hábitos, motivándose, apoyándose y adaptando la vida de pareja a las nuevas circunstancias impuestas por la enfermedad crónica. Ayudará mucho mantener una actitud cariñosa incluso si no existe el deseo sexual, pues no hay que olvidar que éste puede surgir en cualquier momento y llevar a la excitación.
En cuanto a las relaciones sexuales, la comunicación es igualmente importante:
- Saber lo que le gusta a cada uno y cómo se siente más cómodo.
- Ensayar diferentes posturas y modos de excitación con el fin de encontrar aquellos con los que mejor se disfruta.
- Utilizar geles lubricantes cuando la enfermedad puede provocar dolor durante el coito, etc.
Ante una enfermedad crónica es igualmente importante la comunicación con el médico, pues él puede ayudarle a reorientar su vida sexual, saber si alguno de los medicamentos la está afectando, responder adecuadamente a situaciones de depresión que inhiben la libido, etc.