La ansiedad es una respuesta natural, en muchos casos excesiva, que las personas tenemos ante un estímulo que nos genera el estrés.
Se puede reconocer como una reacción de miedo y nerviosismo ante una situación que se va a producir, como una entrevista de trabajo, una reunión con un jefe o hablar en público. Pero la ansiedad puede alcanzar distintos niveles.
Vivir con una ansiedad de moderada a severa en la mediana edad (55 años) puede llegar a producir demencia en los años posteriores, según un estudio.
¿Qué se entiende por ansiedad moderada a severa?
Una persona que sufre un episodio de ansiedad de nivel moderado solo puede concentrarse en la situación estresante que está viviendo. Es posible que su corazón lata más rápido, tenga la boca seca, experimente sudores, dolor de estómago e, incluso, náuseas.
En un episodio de ansiedad severa, estos síntomas se intensifican pudiendo, además, aparecer otros nuevos, como dolor en el pecho, dolor de cabeza, vómitos, diarrea, temblores, comportamiento errático y miedo, entre otros.
Un grupo de científicos, liderados por Amy Gimson, una investigadora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Southampton en UK, observaron que muchos estudios destacaban que había una relación entre los problemas mentales y sufrir el tipo más prevalente de demencia, que es la que aparece a partir de los 65 años.
La ansiedad frecuentemente acompaña a la depresión, y muchas personas declararon tener síntomas relacionados con la ansiedad años antes de ser diagnosticadas de sufrir demencia.
Sin embargo, hasta ahora no estaba claro si esta asociación significaba que la ansiedad y la depresión eran los primeros síntomas que aparecen antes de la que la demencia se desarrolle por completo o si son factores de riesgo independientes.
Para investigar esta relación, Gimson y su equipo revisaron 3.500 estudios que habían analizado la relación entre sufrir depresión en la mediana edad, acompañada o no de ansiedad, y desarrollar demencia.
De todos los estudios, solo cuatro abordaban ese objetivo. Pero entre los cuatros contaban con una muestra de casi 30.000 personas. Estos estudios encontraron una correlación entre sufrir ansiedad moderada-severa y desarrollar posteriormente demencia. “Sufrir una ansiedad clínicamente significativa en la mediana edad se asoció con un aumento del riesgo de desarrollar demencia en los siguientes diez años”, aseguró uno de los investigadores.
La relación entre la ansiedad y la demencia quizá se deba a que el hecho de sufrir un estrés extremadamente alto podría acelerar el proceso de envejecimiento de las células cerebrales, lo que a su vez podría precipitar el deterioro cognitivo.
La siguiente pregunta que Gimson y el resto de los investigadores se hicieron fue ¿esto significa que si se aliviara la ansiedad se podría controlar la demencia?
Aunque todavía no se disponen de datos para responder a esta cuestión, los expertos han asegurado que “las terapias no farmacológicas, incluidas las terapias basadas en la conversación o en sesiones de mindfulness o en prácticas de meditación, que se sabe que reducen la ansiedad en la edad madura, podrían reducir el riesgo, aunque esto todavía no esté completamente investigado”.
En esta misma línea existe otro estudio elaborado por un equipo del Brigham and Women´s Hospital de EEUU, que se propuso explorar la relación entre la acumulación de la proteína beta amiloide en el cerebro y los síntomas relacionados con la depresión.
“En lugar de considerar la depresión con un resultado total, observamos síntomas específicos, como la ansiedad”, explica Nancy Donovan, autora principal del estudio. “Si se comparaban con otros síntomas asociados a la depresión, como la tristeza o la pérdida de interés, la ansiedad aumentó con el tiempo en aquellos pacientes que tenían niveles más altos de beta amiloide en el cerebro”, añadió.
El estudio, publicado en la revista científica The American Journal of Psychiatry, analizó a 270 adultos mayores, cognitivamente sanos, en edades comprendidas entre los 62 y los 90 años. Durante cinco años, estas personas se sometieron a tomografías por emisión de positrones (PET) para medir los niveles corticales de la proteína beta amiloide, involucrada en el desarrollo del alzhéimer (los niveles anormales de esta proteína de origen natural hacen que la beta amiloide forme unas placas que se acumulan entre las neuronas e interrumpen la función celular).
Estas pruebas se completaron con evaluaciones anuales que examinaban los síntomas asociados a la depresión como: la apatía-anhedonia (disminución o desaparición de la capacidad para experimentar placer con actividades con las que antes se obtenía), disforia (frustración, malestar) y ansiedad. Los resultados mostraron claramente una correlación entre el aumento de síntomas ansiosos depresivos y los niveles más altos de beta amiloide en el cerebro.
“Los datos sugieren que los síntomas de ansiedad podrían ser una manifestación de la enfermedad de Alzheimer antes de que se produzca el inicio del deterioro cognitivo”, aseguró Donovan.
“Si nuevas investigaciones corroboran que la ansiedad es un indicador temprano, este hecho sería importante no solo para identificar a las personas y hacer un diagnóstico precoz, si no también para tratar la enfermedad y, potencialmente, ralentizar su progreso”.
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