Conocer los síntomas es la premisa principal para poder actuar correctamente cuando es uno mismo el que sufre un ataque de ansiedad o, por el contrario se es testigo de cuando lo sufre otra persona. En este último caso, lo mejor que se puede hacer es mantener la calma y tratar de tranquilizarle y ayudarle a seguir los pasos que debería seguir si supiera reconocer los síntomas con que se inicia el ataque de pánico: malestar general, náuseas, mareos, sudoración, angustia, palpitaciones, sensación de irrealidad, presión en el pecho, taquicardia y dificultad para respirar.
Ante esta situación, una reacción adecuada implica el control de la respiración. Es importante ser consciente de que eso que se siente como una dificultad extrema para respirar no es real, sino simplemente una sensación. Y la manera de contrarrestarla es empezar a respirar lentamente y de forma profunda y acompasada, tomando el aire por la nariz (respiración pulmonar) y expulsándolo por la boca (respiración abdominal) o al revés. De este modo el aumento de oxígeno ayudará a las células de los diferentes tejidos del organismo a eliminar las toxinas que acumulan en los momentos previos a la crisis de ansiedad. Lo mejor es realizar estos ejercicios de respiración sentado o recostado.
Esto ayudará a la persona que sufre el ataque de pánico a empezar a tranquilizarse e iniciar una dinámica de relajación general, para lo que puede solicitar la ayuda de alguna persona que se encuentre cerca, explicándole lo que está ocurriendo y pidiéndole que permanezca a su lado y luego que le acompañes mientras empieza a caminar lentamente, manteniendo los ejercicios de respiración. Mientras tanto, hay que repetirse a uno mismo que se trata tan sólo de un ataque de ansiedad, que no hay peligro alguno y que pasará en apenas cinco minutos.
Una vez que se ha conseguido un estado de tranquilidad mínimo hay que empezar a observar y reconocer el entorno con el fin de que no haya nada que suponga una amenaza o un riesgo. En ningún momento debe abandonarse los ejercicios de respiración, ya que es la base para reducir la frecuencia cardiaca y las palpitaciones y con ellas el resto de los síntomas iniciales hasta alcanzar la normalidad. Cuando se consigue volver a un estado de calma es necesario descansar unos momentos y evitar volver a la actividad.
Después de superada la crisis de ansiedad deberá ir al médico para que éste le prescriba el tratamiento que considere necesario. No hay que automedicarse y puede ser necesario someterse a terapia con el fin de cambiar aquellos aspectos de la forma de enfocar los problemas, afrontar el trabajo o controlar las emociones que han desencadenado el ataque de pánico.