La córnea está expuesta a la acción de agentes externos que pueden causar lesiones o infecciones que alteren su estructura o forma, de lo que resulta una pérdida de transparencia y un deterioro de la visión. Pero también hay otras enfermedades que pueden resultar en un daño de la córnea. En este sentido, el trasplante de córnea o queratoplastia es el tratamiento quirúrgico más eficaz cuando se ha producido una importante pérdida de calidad visual que no es reversible.
Entre sus indicaciones más frecuentes figuran distrofias corneales hereditarias, queratocono, ectasias secundarias o queratitis, entre otras. Mediante esta técnica quirúrgica no sólo se recupera la transparencia de la córnea, sino que además se recupera la vista que se ha perdido.
Básicamente esta intervención consiste en la extracción de la parte central de la córnea dañada y su sustitución por otra sana procedente de un donante fallecido, que se fija al ojo mediante puntos de sutura que se realizan con el borde la córnea remanente. Los últimos avances tecnológicos que se han incorporado a la cirugía oftálmica, como es el caso del láser femtosegundo, han aportado una gran precisión a esta técnica quirúrgica, de tal modo que en la actualidad no es necesario trasplantar la totalidad de la córnea, sino únicamente la extensión de tejido dañado.
Además, hay que tener en cuenta que esta intervención exige un cálculo muy exacto de la presión que deben ejercer los puntos de sutura con el fin de que todos ellos mantengan la misma tensión y se ecité así una posible deformación del nuevo tejido corneal.

córnea
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Trasplante lamelar, en el que únicamente se trasplantan las capas más externas de la córnea.
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Trasplante penetrante, en el que se trasplanta la totalidad de la córnea.
La recuperación de una queratoplastia es lenta y progresiva, por lo que la vista no se recupera de inmediato, haciendo necesario el uso de gafas graduadas durante algún tiempo. De hecho, el postoperatorio se prolonga durante algunos meses y puede haber complicaciones a largo plazo, entre las que cabe destacar un posible rechazo, aunque las probabilidades de que ello suceda son menores que las que se dan en el trasplante de otros órganos. La vista irá mejorando en la medida que, poco a poco, se vayan retirando los puntos a lo largo de varios meses.
A corto plazo, las posibles complicaciones se concretan en un riesgo de infecciones, hemorragias e inflamación, además de los eventuales problemas que pueda causar la anestesia. Como ya se ha dicho, a largo plazo el problema más importante que puede surgir es un posible rechazo del organismo al tejido trasplantado. Los primeros síntomas de que se está produciendo son dolor y enrojecimiento del ojo. Pero aún se puede llegar a controlar mediante un tratamiento farmacológico específico y el fiel cumplimiento terapéutico por parte del paciente.