El proceso de parto puede iniciarse tres semanas antes de que se produzcan con la aparición de las llamadas contracciones de Braxton Hicks, también llamadas falsas contracciones de parto que se caracterizan por ser irregulares e indoloras y calmarse con el reposo o incluso espontáneamente.
Las contracciones de parto, sin embargo, son dolorosas, no remiten con el reposo y se producen de forma regular, acortándose el tiempo transcurrido entre una y otra a medida que se aproxima el parto. De hecho se debe ir al hospital, cuando el intervalo entre las sucesivas contracciones que se produzcan durante dos horas sea de 10 minutos, o de 5 minutos cuando se es primípara.
Pero hay otras razones para acudir al hospital:
- La expulsión del tapón del cuello del útero, que es una sustancia espesa, manchada de sangre y de textura mucosa.
- Rotura de aguas. En este caso la urgencia es mayor cuando no son claras y la mujer sangra del mismo modo que con la menstruación.
A partir de la llegada al hospital el proceso de parto comprende diferentes etapas, siempre y cuando no se produzcan situaciones que hagan necesaria la práctica de una cesárea:
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La primera es la fase de dilatación, que además es la de mayor duración. Se inicia con las contracciones de parto y termina cuando el cuello del útero se expande hasta tener el diámetro necesario para que el feto pueda pasar a través de él.
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A la dilatación le sigue la fase expulsiva. Se inicia con la aparición de una fuerte presión en el área vaginal que la obliga a empujar para que el feto empiece a pasar por el cuello del útero. Es el momento en que, si el obstetra lo considera necesario, puede realizarse un episiotomía (un corte del perineo) para prevenir un posible desgarro vaginal.
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El proceso de parto finaliza con el alumbramiento, con la completa salida del feto, a lo que sigue la expulsión de la placenta y sus membranas.