No es necesario correr rápido para obtener los beneficios que este ejercicio aeróbico reporta a la salud física y mental. Hacerlo de forma lenta, al trote o caminando a paso rápido, proporciona los mismo beneficios, pero reduciendo al mínimo los riesgos de lesiones.
Es más, para algunas personas, especialmente las que han sido sedentarias, es mejor mantener un ritmo lento de carrera: también se queman grasas y calorías, se mejora la resistencia aeróbica y la circulación de la sangre, se reduce la hipertensión arterial y se ayuda a controlar la diabetes, se tonifican y fortalecen los músculos, ayuda a perder peso, se mejora la densidad ósea y también la salud mental.
El correr despacio es una premisa válida tanto para las personas que lo hacen con objetivos de salud, como para los que lo hacen como parte de un entrenamiento estrictamente deportivo, pues en este último caso es la base para adquirir resistencia sin riesgo de lesiones.
Sentirse cómodo en el ritmo de carrera debe ser la pauta de referencia a la hora de correr. Esto marcará en cada caso la velocidad que se debe mantener. Pasarse implica, por ejemplo, que al día siguiente se resentirán las piernas: pérdida de energía y molestias. La máxima es no forzar, por lo que si se corre en compañía es mejor hacerlo con quien no lo hace más rápido. Otro aspecto importante a la hora de marcar el ritmo es el control de la respiración, de modo que si se empieza a jadear o resoplar, lo mejor es reducir el ritmo o poner a andar hasta recuperar una respiración normal.
Con todo, correr despacio es la mejor manera de enseñar a los músculos a optimizar la energía y de ganar progresivamente resistencia aeróbica, capacitando al cuerpo para correr cada vez más y de vez en cuando poder correr a un ritmo más rápido.
Por otra parte, este tipo de entrenamiento reduce también la frecuencia cardiaca basal, es decir, la que se tiene en reposo y que es un indicativo de que el corazón está más fuerte y, por tanto se tiene una mejor salud cardiovascular. En realidad, como ya se ha dicho antes, todo mejora en el organismo, pero también en la mente: se elimina el estrés, la ansiedad y la tensión emocional y, al acabar de correr se tiene una sensación de relajación, satisfacción y bienestar que ayuda a afrontar la vida de otra manera. También se duerme mejor y se descansa con más intensidad.
Solo recordar que correr despacio media hora diaria es suficiente no solo para mantenerse en forma, sino también para mantener un buen estado general de salud.