La tensión arterial o presión sanguínea es esencial para que la sangre pueda circular por los vasos sanguíneos y cumpla su función de llevar a todos los tejidos del organismo el oxígeno y los nutrientes que necesitan para mantener correctamente su actividad. Se puede definir como la fuerza que la sangre ejerce sobre las paredes de las arterias, que es más alta (presión sistólica) cuando el corazón la bombea hacia las arterias y más baja (presión diastólica) entre un latido y otro del músculo cardiaco.
Y éstos, el sistólico y el diastólico, son los valores que se utilizan para medir la tensión arterial, lo que es importante a la hora de evaluar el estado de salud general, ya que el caso de estar por encima de lo normal (hipertensión) puede significar un importante riesgo de sufrir enfermedades graves (enfermedades cardiacas, infarto cardiaco, ictus, insuficiencia renal, etc.). Cuando es baja (hipotensión) puede ocasionar estados de confusión, mareos, vértigo, desmayos, debilidad o somnolencia.
Tipos de tensión arterial
Atendiendo a los valores de la tensión arterial (el primero es la tensión sistólica o alta y el segundo la diastólica o baja), ésta se clasifica del siguiente modo:
-
Normal: los valores que determinan la normalidad pueden oscilar entre 90/60 y 130/90 mm de mercurio.
- Hipotensión o tensión baja: cuando se produce una caída de 20 mm de mercurio sobre los valores que se tienen habitualmente.

-
Hipertensión o tensión alta: si se superan los 140/90 mm de mercurio. El envejecimiento conlleva habitualmente un aumento de la tensión arterial a causa del endurecimiento de las paredes arteriales, por lo que es muy frecuente que las personas mayores sufran de hipertensión.
-
Prehipertensión: en una clasificación recientemente incorporada y que está determinada cuando el valor de la tensión arterial se encuentra entre 130/80 y 140/90 mm de mercurio. La razón es que los especialistas consideran que es el momento de iniciar una vigilancia mas continuada de la tensión arterial y de adoptar medidas preventivas que afectan a los hábitos de vida especialmente en lo referente a la dieta y a la práctica regular de ejercicio, así como al abandono del tabaco en caso de que se sea fumador.
Hay que tener en cuenta que los valores de la tensión arterial no se mantienen inalterables a lo largo del día, sino que sufren oscilaciones en función de diferentes factores. Esta clasificación define la existencia o no de estados patológicos. Sin embargo, hay situaciones en las que se puede producir una elevación o disminución puntual de la tensión arterial que no suponen necesariamente la existencia de un problema de tensión arterial.
Así, el estrés o las situaciones de peligro pueden producir un aumento pasajero aunque significativo como consecuencia de una secreción elevada de adrenalina y noradrenalina o de la activación del sistema nervioso parasimpático, factores contribuyen a un incremento del ritmo cardiaco. Por el contrario, la deshidratación, el consumo de alcohol, el consumo de determinados medicamentos, una hipoglucemia o situaciones de shock (anafilaxia, infarto, etc.), entre otras causas, pueden inducir un descenso repentino de la tensión arterial.