El sarampión es una infección respiratoria de origen vírico altamente contagiosa, tanto que el 90% de las personas no inmunizadas que entran en contacto con alguien que tiene la enfermedad resultan infectadas. La inmunidad se adquiere al haber tenido la infección o al estar vacunado con la triple vírica, que además del sarampión, protege contra la rubeola y las paperas. Antes de la vacunación universal, era una enfermedad que se daba fundamentalmente en niños, aunque también puede producirse en adultos que no la hayan pasado o no fueron vacunados en su infancia.
La vacunación masiva, por otra parte, ha aportado otro factor de protección frente a esta enfermedad, que es la inmunidad colectiva, dado que una persona que no ha sido vacunada, al estar rodeada de personas inmunizadas tiene muy pocas posibilidades de sufrir la enfermedad. Gracias a ello, el sarampión era una enfermedad próxima a ser erradicada; pero la actividad de los grupos antivacunas ha permitido que vuelvan a aumentar los casos de sarampión. No solo se niegan a vacunar a sus hijos, sino que en los últimos tiempo cada vez que un niño adquiere la enfermedad organizan reuniones infantiles para que otros niños se contagien y adquieran así la inmunidad.
Para esta actitud alegan, entre otras razones, que la vacuna puede producir autismo; afirmación basada en la publicación en 1998 de un estudio plagado de errores y que posteriormente fue retirado al demostrarse que sus conclusiones eran falsas.
Lo realmente importante en este caso es que no hay que olvidar que el sarampión es una enfermedad que puede tener importantes complicaciones–bronquitis, neumonía, otitis media y encefalitis– e incluso llegar a causar la muerte.
Síntomas del sarampión
El sarampión se contagia por vía aérea, a través de las gotas de agua que se expelen al toser o al estornudar y tiene un periodo de incubación que varía entre una semana y 12 días, antes de que se presenten los primeros síntomas:
- Tos seca.
- Rinorrea.
- Fiebre alta.
- Dolor de garganta.
- Conjuntivitis.
-
Fotofobia.
Sin embargo, esta enfermedad es más conocida por los síntomas cutáneos, que aparecen a los tres o cinco días de aparecer los anteriores y que se mantienen hasta una semana. Se trata de una erupción de la piel que se inicia en la cabeza (primero en el interior de la boca con las denominadas manchas de Koplik, de color rojo y centro blanquecino) y luego se extiende hacia abajo al resto del cuerpo y se manifiesta por la aparición pequeñas manchas rojas y abultadas y placas planas y decoloradas (máculas).
Tratamiento del sarampión
Al tratarse de una infección de origen vírico, no existe un tratamiento específico para el sarampión, por lo que este se basa en el alivio de los síntomas mediante antitérmicos para la fiebre y el reposo en cama. En la actualidad, sin embargo, a la hora de realizar el diagnóstico conviene investigar la eventual existencia de un déficit de vitamina A, ya que se asocia a un mayor riesgo de complicaciones e incluso de muerte, que se reduce al tratar al paciente con suplementos de esta vitamina.
Otro factor a tener en cuenta en el caso del sarampión es que únicamente entren en contacto con el enfermo personas inmunizadas, sea porque en su día tuvieron la enfermedad o porque están vacunadas, ya que se contagia con suma facilidad.