Son muy pocos los trabajadores que tienen la posibilidad de ir a comer a casa, por lo que lo más habitual es optar por tres soluciones diferentes: hacerlo en el comedor de la empresa, aunque sólo lo tienen las de gran tamaño; comer en locales próximos a la oficina, buscando menús del día, bocadillos u otros tipos de comida rápida y llevarse la comida de casa para comer en la propia oficina.
En cualquiera de los casos, la definición de comer sano es la misma: seguir una dieta equilibrada, teniendo en cuenta el desayuno y la cena que se realizan en casa, tomarse el tiempo necesario para hacerlo (una hora es más que suficiente), y comer ligero, pues de lo contrario será difícil trabajar con normalidad. Por supuesto, nada de bebidas alcohólicas.
En los comedores de empresa la cosa suele ser fácil, ya que los Servicio Médicos velan por que los empleados puedan tener una alimentación equilibrada y los diferentes menús sirvan para cubrir las demandas nutricionales de todos los empleados, incluso de los vegetarianos o los que siguen dietas de adelgazamiento.
Si no hay comedor de empresa, el tupper es la mejor solución, ya que permite planificar la comida de toda la semana (se puede definir el menú de cada día al inicio de la semana), y cocinarla correctamente. Eso sí, hay que tener en cuenta una serie de cosas importantes:
- ¿Hay electrodomésticos en la empresa? Si hay nevera se pueden llevar carnes y pescados para guardar el tupper mientras llega el momento de comer. De lo contrario, mejor no hacerlo, porque después de dos horas a temperatura ambiente se inicia el proceso de descomposición. Si no hay microondas tendrás que prever platos que se puedan comer fríos o a temperatura ambiente.
- Las ensaladas hay que aliñarlas en el momento de comerlas, por lo que el aceite, el vinagre y la sal, u otras salsas de aliño, habrá que llevarlas en un recipiente aparte.
- Mejor pensar el menú de toda la semana previamente, para comer cosas distintas cada día.
- Hay que comer despacio y preferiblemente en una habitación habilitada a tal efecto, en cualquier caso, lejos de los teclados y las mesas de trabajo: los primeros tienen muchos gérmenes que pueden contaminar la comida.
- Si todavía queda tiempo, siempre es bueno darse un paseo antes de volver al trabajo. Despeja la mente, evita la pesadez de estómago, aleja el riesgo de sopor y permite trabajar con normalidad.
Comer fuera de la oficina es lo que más complica el comer sano, aunque tampoco es difícil hacerlo. Conviene evitar la comida rápida como sistema de alimentación habitual y vigilar que los menús de los restaurantes próximos no sean excesivos, ni pesados, además de que el local reúna las condiciones higiénicas necesarias. Se recomienda evitar el alcohol. En este caso también se puede planificar la comida de cada día, variando de lugar y también del tipo de comida que se toma. Lo importante es que a lo largo de la semana se haya seguido una dieta variada y equilibrada.
Planificación de la dieta
Hay una serie de consejos prácticos relacionados con la dieta a tener en cuenta cuando se come en la oficina. El más importante es la planificación del menú semanal, incluyendo en el plan de alimentación todo lo que se come a lo largo del día: desayuno, comida, cena e incluso un bocado a media mañana y otro a media tarde. El objetivo es que la dieta esté completamente compensada, incluyendo todos los alimentos contemplados en la pirámide nutricional. Otros consejos son los siguientes:
- El desayuno, fuerte. Debe incluir lácteos, cereales y fruta. De este modo se va a la oficina con toda la energía necesaria para trabajar.
- Comida ligera y variada. Utilizar los mismos alimentos que en casa, pero procurando llevarse una comida que no resulte pesada y sea fácil de digerir. Pasta, arroz, legumbres, verduras hervidas o crudas, patata y una cantidad adecuada de proteína de origen animal (pescado, pollo, etc.). Seguir la pauta de los alimentos de temporada suele ser una buena forma de hacerlo. De esta forma se puede confeccionar un menú muy variado:
- Ensaladas. Pueden incluir de todo: lechuga, brotes tiernos, canónigos, tomate, cebolla, pimiento, aguacate, queso, atún, huevo, tiras de pollo, tiras de salmón, nueces, sardinas, pasta, arroz, maíz, etc. Es casi como la gran panacea: da para un plato diferente para cada día y puede contener todos los nutrientes necesarios.
- Legumbres y verduras. En frío o en caliente, crudas o cocinadas. Desde un plato de lentejas a una menestra, pasando por judías verdes, habitas tiernas, guisantes, alcachofas, patatas, etc.
- Proteínas animales. Siempre son necesarias y hay productos ligeros y apetitosos que las aportan: pollo (cocinado de multitud de formas diferentes), pescado azul (caballa), atún o bonito, pescado blanco, carne de cerdo, etc.
- Fruta. Que nunca falte.
Con todo esto se puede confeccionar un menú semanal muy variado y ameno, que proporciones los nutrientes necesarios para después poder trabajar con normalidad y sin sensación de pesadez o malas digestiones. Lo más importante, es que en la cena podremos compensarlo. Si se ha comido una ensalada, se puede cenar un filete o un pescado a la plancha, por ejemplo. Si se ha tomado un pescado o un plato de carne, pues se cena una ensalada ligera o un plato de verduras.