Durante el cuarto mes de embarazo prácticamente desaparecen los primeros y molestos síntomas de embarazo, como los vómitos y las náuseas, mejorando también el estado de ánimo. Además, a lo largo de este mes comienza a apreciarse exteriormente el embarazo con el aumento de volumen de la tripa. El útero ha crecido tanto que presiona a la vejiga y, como consecuencia, se incrementa la necesidad de orinar.
Desde el comienzo de este mes, el cerebro del feto inicia un desarrollo vertiginoso. Cada minuto se genera 10.000 neuronas, lo que permite que adquiera de forma paulatina el control de sus movimientos: mueve la boca, abre y cierra las manos y un poco más tarde utilizará brazos y piernas para desplazarse apoyándose en las paredes de la bolsa, aunque la madre aún no puede notar estos movimientos.
En la primera semana se forman los bulbos pilosos bajo su piel y el feto tendrá pelo, cejas y pestañas al terminar el mes. También se ha diferenciado el sexo del feto, aunque sus órganos genitales solo serán visibles un mes después. A pesar de que no necesita respirar porque recibe el oxígeno a través del cordón umbilical y la placenta, empieza a ejercitar esta función.
En la tercera semana ya tiene huellas dactilares y uñas y comienzan a despertarse sus sentidos y con ello también su aprendizaje en el útero materno. Ya responde a estímulos exteriores, como la voz de la madre, y saborea el líquido amniótico. Su cuerpo, además, se recubre de lanugo, un vello muy fino que conservará hasta el momento de nacer. El proceso de osificación continúa y sus huesos, todavía de cartílago, adquieren densidad paulatinamente.
Bajo la piel transparente y en los músculos se acumula tejido adiposo. Crece a marchas forzadas, al igual que el útero, que ya tiene el tamaño de un pequeño melón, por lo que podría ser que el embarazo pudiera apreciarse exteriormente, especialmente si la madre es delgada. Al finalizar el cuarto mes de embarazo el feto mide más de 15 centímetros y su peso supera los 130 gramos.
