Hay un hecho importante que se debe conocer y es que el envejecimiento es el factor de riesgo más importante frente al cáncer. A mayor edad, mayor es el riesgo de sufrir un cáncer, lo que no quiere decir que éste vaya a producirse, ya que son muchos los factores que condicionan su aparición y posterior desarrollo:
- Si se fuma o no.
- El tipo de vida que se ha llevado.
- La herencia genética.
- Si se ha tomado mucho el sol.
- El tipo de alimentación, etc.
La edad de un paciente con cáncer, sin embargo, no es un condicionante por sí solo en relación al tratamiento o el pronóstico del mismo. Cada persona envejece de un modo diferente. Se puede tener 90 años y disfrutar de un buen estado de salud general o tener 65 y tener varias enfermedades y algún grado de dependencia en cuanto a la movilidad o la realización de las actividades más sencillas.
Como en cualquier otra persona que padece esta enfermedad habrá que realizar una evaluación médica global para determinar su estado de salud general, si padece otras enfermedades, si éstas pueden condicionar o no el tratamiento, su calidad de vida, su capacidad para desarrollar las actividades cotidianas, etc. Y, por supuesto, si el cáncer está localizado, es decir se limita al órgano afectado, o si se encuentra en un estado avanzado y se han producido metástasis, afectando a otros órganos.
Con todos estos datos el médico, el paciente y sus familiares más cercanos deberán hacer un balance de los objetivos, los riesgos y los beneficios del tratamiento y a partir de ahí tomar las decisiones más convenientes en cada caso.
Tratamiento del cáncer
- Eliminar el cáncer.
- Reducir o evitar los síntomas asociados a la enfermedad.
- Mantener en lo posible la calidad de vida y las habilidades físicas y mentales del paciente.
Si, por ejemplo, el cáncer se ha diagnosticado en un estado inicial, la cirugía es una opción de tratamiento que puede aportar la curación. Sin embargo, cuanto mayor es la persona y más deteriorado se encuentra su estado de salud, mayores son los riesgos de un acto quirúrgico y también del postoperatorio.
Lo mismo ocurre con la quimioterapia y la radioterapia, que son tratamientos agresivos con importantes efectos adversos que pueden afectar de forma notable a la calidad de vida del paciente. Un hecho que se acrecienta si éste tiene otras enfermedades como hipertensión arterial, diabetes, patologías de corazón o pulmón, enfermedades crónicas de otro tipo, etc.
Los oncólogos tendrán en cuenta el estado general del paciente a la hora de establecer las dosis de los diferentes tratamientos que se deberán administrar. Pero también deberán valorar cómo afectará a la calidad de vida del paciente atendiendo a los beneficios que se puedan obtener.
Otro aspecto importante es que las personas mayores no sólo pueden reaccionar de manera diferente ante un diagnóstico de cáncer, sino que además pueden tener inquietudes diferentes, lo que puede afectar a la manera en que decidan finalmente afrontar la enfermedad. Las personas mayores con cáncer muchas veces basan sus decisiones sobre el tratamiento en que dan más importancia a la calidad de vida, es decir, a su bienestar físico, emocional y social.
Además, en muchos casos, especialmente en personas con profundas creencias religiosas, éstas ya han aceptado la cercanía de la muerte incluso antes de que sean diagnosticadas de un cáncer. Y estos criterios pueden ser muy diferentes a los de la familia, los amigos o las personas que los cuidan.
Es importante que reciba una información correcta y completa acerca de su enfermedad y que se respete su decisión final, máxime cuando se trata de un cáncer avanzado y no es posible la curación, aunque ello no significa que no pueda recibir tratamiento. Muy al contrario, hay alternativas terapéuticas que pueden permitir controlar los síntomas y mantener la calidad de vida.
